Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

Al volver la esquina. Patricia Tacoronte. Gran Canaria

Al volver la esquina

Tuve que irme a estudiar periodismo a Madrid, en la Universidad Nebrija, dejando atrás a mis seres queridos. Me costó adaptarme pues estaba acostumbrada a las carreteras y a los medios de transporte de mi isla natal, Gran Canaria. Al principio me fue bastante mal, no conocía a nadie y no me podía permitir pagar el alquiler del piso que unos tíos de mi amiga Sara me habían dejado, así que lo único que encontré fue un albergue, era económico y acogedor. Allí fue donde lo conocí, trabajaba de vez en cuando de mantenimiento en el albergue, pues el albergue era de su padre, aunque en su vida diaria era un cabo del ejército.

Fue justo a las dos semanas de alojarme allí cuando tuvo que reparar las cerraduras de mi habitación, era un chico alto, ojos claros, moreno, en fin… me llamó mucho la atención. Cuando nos vimos, hubo un flechazo, los dos nos miramos fijamente y la mirada lo decía todo. Desde entonces, habíamos coincidido todas las mañanas, cuando yo me dirigía a la Universidad y él entraba a trabajar. Al mes y medio de alojarme allí, fue cuando empezamos a tener comunicación, siempre que terminaba de trabajar me invitaba a cenar, pero yo no podía permitirme ese lujo, pues tenía que estudiar, así que de tanto insistir una noche le dije que sí y desde esa noche quedamos muy a menudo.

Estuvimos casi dos meses viéndonos y como era normal, la confianza había aumentado. Nos teníamos un cariño muy especial y ya había abrazos, caricias, besos… Se podía decir que ya había sentimientos mutuos y que ya éramos algo más que amigos. En tan poco tiempo había sentido muchas cosas, ya formaba parte de mí y cada vez lo necesitaba más.

Fue el día menos esperado cuando tuvo que irse a África durante un tiempo muy largo, pero que ni él mismo sabía. La despedida fue muy triste pues no sabía cuando lo volvería a ver, si tal vez pronto o tal vez nunca…

Me prometió que me escribiría, aunque siempre esperé esas cartas. Pasaron ocho meses y no sabía de él, no sabía si seguía vivo o no. Yo seguí casi sin fuerzas mis estudios y fue ese día cuando como cada mañana me dirigía a la Universidad y al volver la esquina estaba allí esperándome. Tuvo que darme muchas respuestas a mis preguntas pero todo me sirvió para saber que nunca se pierde la esperanza.

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