Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

miguelangelguelmi.escribe.narramos14@blogger.com



En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

Al doblar la esquina. Angel Diaz Hernandez

Vine a esta gran ciudad en busca de otra oportunidad, huyendo de las responsabilidades, de las obligaciones familiares. No quería tener nada que ver con la "tradición" familiar.

Todos dijeron que no lo iba a lograr y que tarde o temprano volvería.
Estaban equivocados.

¿Estaban equivocados?

Vi en ella a la persona ideal, la víctima propiciatoria. Ya era la segunda vez que me la cruzaba, frecuentábamos el mismo pub. Me dediqué a observarla. Siempre solitaria, sentada en la misma mesa, capuchino a la italiana y libro en mano. Físicamente normal, morocha, tez pálida. Normalidad que la haría pasar inadvertida entre el resto de los viandantes, de no ser por la fuerza vital que de ella emanaba, en grado tal que parecía brillar. Así como llegaba, sola, se iba, por lo cual sería fácil seguirla y abordarla.

Y llegó el día, la noche, esperé a que se levantara y abandonara el local, y a una distancia prudencial comencé a seguirla, a cazarla. Al principio ella caminaba como si nada, hasta que al doblar una esquina noté que se apresuraba. ¿Me había visto? ¡Imposible! Una simple intuición le hacía apurar sus pasos, mientras que la esencia de su temor y los latidos de su corazón aceleraban los míos. Este juego del gato y el ratón me excitaba.Comenzó a correr por calles por las que nadie circulaba. Sólo ella y yo en la noche vasta. Y, como era de esperar, la carrera no le sirvió de nada. Nunca una presa se me escapaba.Al cruzar una plaza tratando de eludirme, sintiendo mi presencia aún sin verme, le di alcance. La tomé de un brazo y, volviéndola hacia mí, quedamos cara a cara. Nuestras miradas se cruzaron y, gracias a mi poder hipnótico, quedó fascinada.Mis ojos se posaron en su yugular que palpitaba. Los colmillos me dolían, no soportaba más esta tremenda ansiedad.Ella estaba totalmente entregada. Una vez más, mi vista se posó en su mirada y, con el último hálito de mi voz, le dije:
—No ha pasado nada. De esta noche no recordarás nada.Ella me miró sin verme. Extrañada.
Di media vuelta y me perdí por las calles desoladas.
Vencí, le gane una vez más a esta sed descontrolada.
¡Te maldigo, padre! Maldigo esta pesada carga.Vencedores vencidos - Yu

No hay comentarios:

Publicar un comentario