Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

miguelangelguelmi.escribe.narramos14@blogger.com



En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

Cansancio. Paula C.R.

Otra vez volví a ver esa cara espantosa de la sociedad de este llamativo siglo.

 Esta vez tocó en el metro, tras una gran fiesta madrileña, el escenario ideal y cotidiano de estas pesadeces.

Dos tíos se encontraban en una acalorada discusión, porque supuestamente, uno había mirado mal al otro.

 ¿Se puede saber a  qué hemos llegado? Parecemos bestias sangrientas y babosas a la espera de alguna presa a la que poder atacar e hincarle el diente si es posible.

Debería de darnos vergüenza esta desastrosa sociedad, en lo que ese aspecto se refiere. ¿Se puede saber, por qué una pareja de ancianos no puede salir por la noche a pasear simplemente, sin tener que esquivar cincuenta mil peleas y el doble de discusiones violentas, además de escuchar quinientas mil frases de violencia verbal? Estoy harta de esta situación.

 Me gustaría poder pegarme una buena marcha sin tener que salir de mi casa con miedo.

Me gustaría poder bailar y bailar a mis anchas sin tener por qué presenciar una apuñalada a un tío borracho, sin tener que echarme a correr cada dos por tres por no acabar aplastada por la avalancha de gente que escapa de alguna de las grandes peleas que se forman en el centro de la pista.

Estoy harta ya de que digan que toda esta generación de adolescentes está cortada con las mismas tijeras, porque no es así. Nosotros también estamos hartos de esta situación.

 También nos molesta sentir los empujones de la gente que huye de una pelea para no alcanzar algún golpe, nos molesta ver adolescentes con la cara llena de sangre mientras gritan barbaries a la misma vez que corren tras algún desgraciado.

Nos molesta que en nuestro mejor momento de la noche nos paren nuestra canción preferida para llamar a cuatro ambulancias, para siete personas diferentes. Nos molesta recibir botellazos accidentalmente.

Me pregunto, cuando será el día en que podamos salir tranquilos, cada uno a su bola, viviendo su propia vida y divirtiéndose sin molestar ni hacer daño a nadie. Respetando a las demás personas, y pidiendo perdón cuidadosamente, cuando no lo hacemos por equivocación.

La discusión del metro terminó con una pobre mujer de setenta años con un leve esguince, un hombre (si se le puede llamar así) de veintitrés años con la nariz y la muñeca rota, y otro hombre de la misma condición que el anterior, con un ojo morado.

Como dijo Gandhi, si todo el mundo contestara ojo por ojo, seríamos un mundo de ciegos, y personalmente, creo que nos estamos quedando sin vista.

No me gustaría acostumbrarme a estas cosas, ya que hoy volví a verlo, y lo vi en el metro.



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Lo vi en el parque.Elizabeth Medina García.Gran Canaria

Lo vi en el parque

 

Era un día soleado de verano, uno de esos días en los que la temperatura ambiental se encuentra sobre los 30º.

 

La mayoría de las personas estaban en la playa, o terrazas mas cercanas, los mas adolescentes se encontraban en las fuentes de la plaza y alguno que otro al sombrío de los árboles.

 

 

Yo me encontraba paseando por las terrazas del Centro comercial cuando,

inesperadamente  un grupo de personas empezó a gritar y a forma jaleo.

Me acerque a una mujer que estaba algo fatigada y le pregunte lo que si necesitaba ayuda…?. Ella me comentó que un muchacho joven con sudadera roja le había robado la cartera con el sueldo del mes.

 

Entonces ví como mucha gente se le acercaba y decidí marcharme para no agobiarla. Cuando iba bajando las escaleras me encontré con los agentes de seguridad que me preguntaron que si por casualidad me viera tropezado con un chaval de sudadera roja. Les conteste que no y seguí por mí camino.

 

 

Cuando salí del Centro comercial me dirigí al parque, para pasar el tiempo bajo la sombra de los árboles buscando algo de tranquilidad. Eran las siente y media.

 

Cuando un chico joven me sorprendió preguntándome la hora. Me quede sorprendido cuando me fije en que la sudadera del muchacho era roja, como la que me había descrito la mujer y como la que me habían preguntado los agentes de seguridad.

 

Le dije la hora y le pregunte si por casualidad el había estado en el Centro comercial. El muchacho muy asustado me respondió que si y sin que yo le pidiera ningún tipo de explicaciones me explicó todo lo ocurrido y muy arrepentido me pidió si no me importaba y lo acompañaba a la comisaría para devolverle la cartera a la señora.

Lo vi en el parque Fernando Bañolas Gran Canaria

LO VI EN EL PARQUE.

 

No me lo podía creer, lo había vuelto a ver por tercera vez consecutiva en dos días. No sé lo que hacía allí, quieto, como si nada de lo que ocurría le importara. Aquel pequeño hombrecillo verde, de largos cabellos negros, y una gran cabeza más grande que el resto del cuerpo. Un ciudadano que andaba por allí, llamó a comisaría para confirmar la presencia del ser. La policía vino a su encuentro, el individuo no se resistió y siguió todas y cada una de las indicaciones del jefe de policía. Un coronel del ejército, decidió llevarlo a un centro de experimentación UFO. Pasaron meses intentando descifrar su extraño lenguaje, pero no consiguieron nada. Al ver que todos los experimentos eran inútiles lo soltaron. Días más tarde lo vi en el parque. Lo observe y decidí llevarlo para mi casa. Los primeros días permaneció quieto en el mismo sitio, pero a medida que pasaba el tiempo, colaboraba en las tareas de casa, parecía adaptarse perfectamente a las condiciones de mi casa. Lo eduqué como a un perro y actualmente vive conmigo y trabaja en un banco de la ciudad.  

"Lo vi en el metro" Diego Hernández del Rosario. Gran Canaria

Era pleno invierno, estábamos alrededor de unos cuatro grados bajo cero, un frío horripilante en la calle, casi insoportable. Pero allí estaba yo, en mi casa, casi sudando gracias a la calefacción y la chimenea, con mi mayordomo pendiente a cualquier petición que saliera de mi boca para ser rápidamente complacida, otro de mis mayordomos y una asistenta limpiando la casa continuamente, el cocinero tomando un descanso para volver a trabajar en cuanto yo lo dijera. ¿Y qué estaba haciendo yo? Nada, estar tumbado en el sofá, relajado.


Se lo que estará pensando, pensará que soy un rico presumido, que creo que el mundo es mío, y que ojalá me quedara sin dinero un día para que se me bajaran los humos, y probablemente no sientas ni siquiera envidia por mí, todo lo contrario, sentirá cierta repulsión. Y como no, pensará que no tengo ningún tipo de apego por las personas. Pues amigo, tiene razón. Era una persona increíblemente egoísta y no le tenía aprecio ninguno a cualquier humano que no fuera yo mismo. Pero todo eso cambió un día, el cual le relataré ahora mismo:


Viernes por la tarde, había terminado mi trabajo, si se le puede llamar así a presionar a mis empleados para que hicieran lo imposible por mi empresa mientras yo estaba viendo los coches circular de un lado para otro desde mi enorme oficina en el ático del edificio. Salí del edificio sin casi despedirme de nadie, directo a la limusina que me debería de estar esperando en la entrada. Cuál fue mi sorpresa cuando no la vi donde tendría que estar. Llamé muy enfadado y alterado al chófer, que me dijo sumisamente:


-Lo siento muchísimo señor, pero es que han bloqueado las carreteras por culpa de la nevada que está cayendo. Intentaré pasarme el control, pero no le prometo nada.


-Que incompetente- pensé. ¿Qué podría hacer ahora? El helicóptero no me vendría a buscar, me saltaría con un: Hace demasiado viento como para volar. Escusas que en aquellos tiempos no me servían para nada. No quedaba más solución que coger el metro si quería llegar rápido a mi casa, así que allí fui. Iba a ser la primera vez que viajaba en metro, tenía cierto miedo ya que entre lo que había oído y visto en reportajes, pensé que aquel lugar iba a ser algo parecido a las favelas de Brasil. Pero no sé por qué, cuando llegue allí, vi algo que no me esperaba. No eran los vagabundos, los músicos, ni tampoco los malabaristas, aunque si tenía que ver con ellos. Lo que vi en el metro fue mi espíritu caritativo y humilde, ese algo que todos tenemos dentro al ver algo que realmente nos da pena, y es que tanta pobreza hizo que ese sentimiento que había tenido oculto durante todo este tiempo, saliera. Lo que había visto en la televisión me había causado repulsión, pero cuando ves a esa pobre gente delante de ti, tu perspectiva cambia completamente. Le di 20 euros a cada uno de esas pobres almas que vi, y con ello, saqué unas sonrisas de sus caras que se contagiaron en mí. Finalmente, volví a mi casa contento por lo que había hecho. Y desde aquel día, he ayudado a todo aquel necesitado que he visto, ya no presiono a mis empleados, ni del hogar ni de la empresa, e incluso llegué a contratar a tres de los que vi en el metro para esta última. Desde ese día, me siento mejor.



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Don Jaime. Juan Manuel Medina

Cuando murió mi tío yo contaba con la edad de siete años. Apenas habíamos mantenido contacto con él, ya que mi tío Jaime, que así se llamaba, vivía en otra ciudad, y casi nunca nos veíamos.

Mi madre que lo quería mucho, comenzó a contarme historias sobre él, ya que decía que nos parecíamos mucho.

El día en el que cumplí los dieciocho años tuve una visita inesperada. Sobre las dos de la madrugada una luz destellante, que penetraba por la ventana, me desveló. Asustado, me levante, y rápidamente me percate que la ventana estaba abierta, derrepende delante de mí de apareció una silueta, era la silueta de un hombre; una silueta muy familiar. Dicha silueta me empezó a contar su vida y sus vivencias y decía que las mías iban a ser iguales o parecidas a las de él.

Él venía para prevenirme de un mal que me iba a suceder. Algo trágico, un accidente, una muerte, no se, pero algo pasaría.

Esa silueta ya había cumplido su objetivo, avisarme, y por ello antes de marcharse se dejó ver por completo.

Me quedé alucinado, triste, una cosa muy rara;

Esa silueta...Era mi tío.



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Lo vi en el metro. Akaymo Gran Canaria

Lo ví en el metro.

Hoy me voy, se va mi cuerpo y mi mente de esta rutina, hoy me voy en mi serpiente subterránea imaginaria hacia fiestas y reuniones sociales, hacia una vida mejor… Me beberé hasta las copas de los árboles, conoceré nuevos amigos, veré a algunos a los que hace mucho tiempo que no veo, a la vez me reencontrare con la noche, con esa amiga de todo ser vivo, esa luz lunar que no hace daño, que te inspira y te relaja. Saldré rumbo a ningún sitio, vestido de cualquier cosa y el único objetivo de las diez horas siguientes de mi marcha me olvidare de todo, de todo salvo de él, de él nunca me olvidaré, ya que hoy salgo por él. En estas fechas te lo puedes encontrar en todos lados, yo hoy por ejemplo lo ví en el metro, ese movimiento que se produce una vez al año. Se juega con colores, con vestimentas y sirve sobre todo para divertirse, si hablo de él, del Carnaval.

Es una pasión muy llevada en Canarias, en el cual se suman cientos de personas en todos los municipios y miles si hablamos de los carnavales celebrados en el parque Santa Catalina en Las Palmas, los grandiosos Mogollones. Todo pasa muy rápido, y no viviremos estas sensaciones durante mucho más, así que, hoy toca disfrutar. Hoy será mi día, el día de la gran cabalgata. Hoy vere todo tipo de disfraces, de gente y por desgracia de peleas, eso tambien lo vi hoy en el metro. Por desgracia en esta sociedad aún no está claro eso de arreglar los problemas de manera pacífica, ¿Suena a paradoja no? ¿Un problema pacífico? Pues sí, es una paradoja, pero aún asi, es lo que es, el típico ¿Buscas problemas? Cuando el que pregunta es el que de verdad los quiere, ¿Por qué? lo desconozco. Aún así, cuatro inútiles, por llamarlos de alguna manera, no le arruinan la fiesta a mas de dos mil personas, y si lo intentan, si que están en un buen problema.



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La niña del cementerio. Yoana Castellano


Un cabrero pastando con su ganado por los montes junto a su perro se percata de que algo se movía entre la hierba. El pastor se acerca y encuentra entre unas mantas a un bebé abandonado. Debía tener entre dos y tres meses tenía las manos llenas de barro, al igual que la cara. Estaba descalzo y aterido de frío, era una hermosa niña rubia de ojos azules. El pastor la tomó en sus brazos y la arropó contra su pecho. El pastor bajó al pueblo a dar cuenta de su hallazgo, la bebé lloraba desesperadamente, quizás tuviera hambre. El pastor tenía que pasar por fuerza por delante del cementerio. El buen hombre iba entretenido, acurrucando a la bebé cariñosamente como si de su hija se tratase. Pero, al llegar a la parte trasera del cementerio, se le heló la sangra en las venas un espectro vestido de blanco se le acercaba parecía que iba e una nube, pues, se deslizaba hacia el. De repente se oyó de entre las ramas de los árboles que con fuerza se agitaba ¿Qué lleva ahí? Déjeme que lo vea. El pastor horrorizado no podía gesticular palabra. El espectro seguía acercándose ¡Dámelo, es mío! El espectro le arrebató a la niña de sus brazos y en menos de un segundo, en tan solo un abrir y cerrar de ojos, desapareció. El pastor echó a correr a toda prisa, temblando del miedo. El pastor asustado por todo aquello, no pudo mantenerlo en secreto, y se lo contó al pueblo. Nadie le creyó, todos le decían que estaba loco, que no podía ser verdad, incluso, le llamaron borracho. El buen hombre, asustado y aturdido, corrió desesperado hacia el cementerio. Cuando llegó allí, se adentró en él, buscando de nuevo al espectro que le arrebató a la niña. De repente, se paró en mitad del cementerio. Los árboles comenzaron a agitarse brutalmente, y poco a poco con mas intensidad. El pastor empezó a oír voces extrañas, eran muchas, y no se entendían. Bajó la mirada y encontró unos zapatitos de bebé. Estaban sucios y desgastados. El hombre los tomó y se puso en pie. Decidió seguir adentrándose en el cementerio, cuando se oyó ¡lárgate de aquí, fuera, vete!
El pastor salió corriendo con los zapatitos en la mano. Cuando llegó a su casa se encerró. La gente comentaba que se había vuelto loco. Al poco tiempo el pastor fue encontrado muerto en el cementerio cubierto en mantas, descalzo y con unos zapatitos de bebé en las manos



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La vi en el metro.Francisco Bautista Jorge. Gran Canaria

La vi en el metro

La vi en el metro una tarde como otra cualquiera agachada y agarrada a los barrotes ,parecía estar enferma incluso moribunda pero a nadie le importaba eso todo el mundo pasaba de largo como si nada .Este mundo se ha vuelto insensible pensé yo.

La agarre por el brazo, la levante y la lleve a comer algo al salir del metro, era una pobre drogadicta que no sabía ni donde estaba ni lo que hacía. Me pase todo el día con ella, la lleve a mi casa para bañarla y prestarle ropa.

Esa noche se quedo en mi casa, al día siguiente cuando estaba un poco más recuperada quise hablar con ella porque me intrigaba como una muchacha tan guapa había acabado así, en medio de un metro agachada.

Cuando se despertó empezamos a hablar y me conto que su vida no había sido nada fácil que desde pequeña había tenido muchos problemas que  no sabía quien era su padre y que su madre había sido una alcohólica, que al morir su madre a los 35 años y ella tan solo tener 15 tuvo que arreglarse la vida como pudo y la única salida que vio fue la prostitución que la llevo a las drogas.

Así había llegado a esa situación, por lo que yo me quede impactado, sorprendido incluso aterrorizado.

Hoy en día esa ex drogadicta es mi mujer y tenemos 3 hijos los cinco estamos muy felices y esperemos que dure para siempre.



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Lo vi en le parque. YUNEYSA RODRÍGUEZ GARCÍA. GRA CANARIA

Una tarde de Enero en el año 1998 mi hermana  fue al parque con sus amigas a una fiesta. Todo  el mundo se lo estaba pasando estupendamente llegaba y  llegaba  más gente. Eso era  un ir y venir de gente sin parar. Hasta que al rato llegó  un hombre  muy extraño era alto, moreno, gordo y rubio. Ese  hombre era un secuestrador miró a todo el mundo hasta que se fijó en mi. Yo desde que lo vi  me eche a correr pero  el me atrapó. Eche a gritar con todas mis fuerzas. Llegó otro hombre y allí lo vi en el parque venía a ayudar al otra hasta que yo me escapé de sus brazos y corrí hasta mi casa y más  nunca salí de mi cuarto del miedo que tenía.



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"Lo ví en el metro".Tomás Rosales Arévalo. Gran Canaria.

En un día como cualquiera, excepto por la idea de que hoy salía de vacaciones, todo iba normal, ese día me entregaban las notas y por fin llegaba a su fin un año de grandes esfuerzos.

Al terminar las clases me entregaron las notas  y resulto que no había suspendido ninguna, eso era una excelente noticia para mí ya que no tendría que hacer nada en las vacaciones y para mis padres, que estarían muy contentos.

 

De regreso a casa tomé el metro como de costumbre y me puse a escuchar música. Luego de 20 minutos alguien me toca el hombro, era mi amigo Ignacio. Tuvimos una larga conversación hasta que decidimos que íbamos a ir a mi casa y luego iríamos a una fiesta.

 

Cuando llegue a mi casa estaba mi padre y mi madre ahí, les dije mis notas y se pusieron muy contentos.

 

Les dije que si podría ir luego a una fiesta y ellos dijeron que si de inmediato.

 

Ignacio se quedó en la sala de estudio mientras yo me iba a duchar y cambiarme de ropa para la fiesta.

 

Cuando por fin estábamos los dos listos, nos fuimos, nuevamente tomamos el metro y casualmente nos encontramos con otro amigo de los dos llamado Mauricio. Entonces luego de hablar nos fuimos a un bar.

 

Allí estuvimos un buen rato hablando de cómo nos había ido en todo este tiempo que no nos veíamos. Resultaba que ese día los 3 habíamos terminado las clases y nos había ido bien a todos.

 

Pensamos y se nos ocurrió ir los 3 a la playa, en ese mismo momento.

 

Nos fuimos con lo que llevábamos puesto y dinero.

 

Al llegar a la playa nos encontramos con una fiesta tremenda.

 

Estuvimos 3 días de fiesta en la playa, cuando regresamos nos fuimos cada uno para su casa.

 

Cuando llegue a mi casa, mis padres estaban preocupados y molestos por no avisar que no llegaría, pero luego de unos días se les pasó.

 

Ese viaje a la playa fue muy bueno, lo pasamos muy bien, fue el primero de muchos otros que tendríamos después.

 



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Lo vi en el metro. Melani Jordan Reyes. Gran Canaria

Después de un curso interminable, llegó el verano.

Todos habíamos estado hablando de dónde pasaríamos las vacaciones. Y quedamos en ir unos días a Madrid.

Habíamos estado preparándolo todo para el viaje. Estábamos muy agobiados por si se nos quedaba algo atrás.

Levábamos casi un día sin dormir, ya que el vuelo salía a las 4:00 de la mañana.

Cuando llegamos al aeropuerto mi hermano nos esperaba junto al coche. Al vernos se alegró mucho y fue a ayudarnos con las maletas.

De camino a su apartamento estuvimos hablando de a dónde iríamos al siguiente día.

Al llegar a su apartamento casi no cabían las maletas por la puerta. Al no haber camas para todos, a mi me tocó dormir en el sofá.

Al amanecer me despertó el sonido de las olas. El apartamento estaba al lado de la playa y lo primero que hicimos por la mañana fue, ponernos el bañador y darnos un chapuzón.

Cuando volvimos, mientras desayunábamos, estábamos viendo las noticias, que decían.- En Valencia ha desaparecido un niño en un supermercado. Tiene unos cinco años, es rubio, de ojos azules. En el momento de su desaparición llevaba puesto unos pantalones vaqueros, unas playeras blancas y una blusa roja. Si lo ven llamen al número que ven en pantalla.

-Es increíble que haya personas que puedan raptar a niños. Van a por lo más débiles.

Después de quedarnos impactados viendo las noticias nos dispusimos a preparar las cosas para pasar todo un día fuera.

A donde primero nos llevó mi hermano fue al Museo de Bellas Artes. Aquello era inmenso.

Nos bajamos del coche y dimos un paseo por allí. Era precioso.

Luego cogimos el metro para ir a comer a un restaurante rústico.

Mientras esperábamos en la estación, me puse a escuchar a las personas que estaban por allí. Su acento me llamaba mucho la atención.

Entre todas esas personas, al fondo del pasillo, agarrado por un hombre alto, musculoso y moreno, había un niño al que creía que había visto anteriormente.

El niño parecía muy asustado al lado de ese hombre. Me miró con cara angustiada, como queriendo decirme algo. Pero no sabía el qué.

Seguía sin recordar de qué conocía a aquel niño cuando lo vi marcharse. Entraba en el año de chicos con aquel hombre, que parecía muy enfadado.

Llegó nuestro tren y entramos. Cuando cogimos sitio y nos sentamos  vi que aquel niño al que no lograba reconocer también entró.

No podía pensar en otra cosa, así que le pregunté a mi hermana si a ella le sonaba de algo la cara de aquel niño.

De repente puso los ojos como platos al verlo.

-         ¿Qué te pasa? ¿A ti también te es familiar?  - . Me puse muy nerviosa al ver que seguía sin responderme. Se acercó y me dijo al oído:

-         Mélani, ese es el niño desaparecido que salió esta mañana en las noticias. Rubio, de ojos azules, más o menos de cinco años. ¡Es él!

-         Y ¿Qué hacemos?

Las dos estábamos muy nerviosas, sin saber qué hacer, y todavía quedaba un cuarto de hora de trayecto.

Intenté  no parecer nerviosa lo mejor que pude.

Disimuladamente miré al niño. Vi que ya estaba mirándome  y que susurraba algo: ¡Ayúdame!

Al ver eso, pensé en hacer muchas cosas y sin pensarlo me levanté. Me dispuse a ir a donde estaba aquel hombre que lo tenía retenido, aunque sin saber qué hacer cuando estuviese delante, pero mi hermana vio mis intenciones y enseguida me agarró del brazo.

Le miré con cara furiosa por no haberme dejado.

Cuando bajábamos del tren, el hombre volvió a entrar en el baño con el niño. Cuando eso pasó, enseguida le dije a mi hermano todo lo que había pasado. Le dije que entrase por si le estaba haciendo algo malo.

Al abrir la puerta oímos gritos. Eran del niño. Mi hermano entró corriendo. Vio al hombre intentado darle una paliza al pobre niño. Mientras mi hermano lo reducía, yo cogí al niño para que no se llevase ningún golpe, y mi hermana llamó  a la policía.  

Por suerte, ni al niño ni a mi hermano les pasó nada, y el hombre ese terminó en la cárcel.

Los padres del niño se alegraron mucho de verlo a salvo, y nos dieron las gracias por habernos dado cuenta de todo.

Después de ese día, seguíamos en contacto con la familia y de vez en cuando los íbamos a visitar.

Lo ví en el metro. Maria Montesdeoca. Gran Canaria

Lo ví en el metro

 

Marta era una chica que estaba con un chico llamado Carlos. Estos dos llevaban mucho  tiempo juntos. La niña deseaba con ganas que se acabasen las clases ya que pronto llegaba el verano y quería regalarle un viaje a su novio. Después de esperar llegó aquel día tan deseado por ella. Pero ese mismo día los padres de Carlos le dieron una mala noticia la cual no le agradó nada. Aquella noticia era que por problemas de trabajo del chico se tenían que ir a vivir a Madrid. Carlos ese día no sabía que hacer ya que la noticia le afectó mucho, pues tenía que dejar a su novia y hacer nuevas amistades.

Marta tan llena de felicidad, lo fue a buscar  a su casa y al llegar Carlos se encontraba sentado en un banco. La chica le pidió explicaciones de por qué se encontraba así. Después de estar un largo tiempo hablando el chico le explicó todo, pero ella no se lo podía creer. La chica llena de tristeza se levantó para caminar, pero Carlos le pidió por favor que no se fuese ya que al día siguiente se iba y quería estar con ella. Por la noche ya Marta se tenía que ir para su casa, así que Carlos la acompañó hasta ella. Al llegar a la casa se despidieron el uno del otro y él le dijo que fuese feliz aquí y que no se preocupase por él, aunque no era de seguro que volviese. En toda la noche la muchacha no pegó ojo y ni él tampoco. Pero después de una noche tan larga llegó el día que el tenía que tomar destino hacia Madrid. Aquel fue el peor verano para Marta y aunque salía todos los días se le hacía muy difícil no acordarse de él. Pasados unos años a la chica le surgió un trabajo, pero era en Madrid. Ella al decirle Madrid le vino a la mente aquel chico. Al principio no se quería ir por el simple hecho de que no quería encontrárselo por casualidad en algún lado. Después de tantas semanas Marta se lo pensó y no dudó en irse para allá. La chica viajó en Septiembre y volvía de nuevo en Marzo. Los primeros días para ella fueron algo aburridos ya que se fue sola y no conocía aquello. En cambio día a día fue conociendo mejor a sus compañeros de trabajo y empezó a salir por las noches con ellos. Cuando ya a la chica le iba gustando Madrid, pero ya le estaba quedando porco para volver a su tierra. Pero antes de que se le cumpliera el tiempo un fin de semana quiso volver un momento a buscar unas cosas y para visitar a su familia. Preparó todo para disponerse a viajar al día siguiente. A la mañana siguiente ya Marta se encontraba en el metro, ya que lo tenía que coger para ir a su trabajo antes de viajar. Pero entonces aquel día solo iba a ir un momento. Marta se dispuso a caminar un poco, pero en aquel momento creyó ver a Carlos. Pero sus ojos no se equivocaban era él, era aquel chico que la había dejado porque tenía que viajar  a Madrid. Al verse no se lo creían  el uno del otro al verse allí. Durante mucho tiempo se pararon hablar de cómo les iba y de las coincidencias de la vida de haberse encontrado aquel 28 de Febrero después de tanto tiempo en el metro. Desde aquel entonces estuvieron más comunicados aunque Marta tuvo que volver ya que se le había acabado  el contrato. Pero aún así ella prometió ir siempre que pudiese y él lo mismo que ella. La chica al llegar a su tierra se dio cuenta de la oportunidad que hubiese perdido en Madrid tanto por aquel trabajo que tuvo y por haber visto a aquel chico después de tanto.



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"Lo vi en el metro". Heriberto José Gil Moreno. Gran Canaria

Al llegar las vacaciones de verano María Miranda piensa en irse de vacaciones a Madrid a disfrutar de unas vacaciones como nunca se las había  pasado, porque estaba estresada de tanto estudiar durante la época escolar y haber aprobado todas las asignaturas con sobresaliente.

Era día veintiséis de junio cuando muy temprano después de levantarse se dirigió a comprar  un pasaporte para irse en metro a Madrid a conocer la capital de España.

El pasaporte era para salir en el primer metro de la madrugada siguiente; muy contenta regresó a su casa para preparar su maleta que era lo único que le iba a acompañar en sus vacaciones por Madrid. Una vez acabada la maleta almorzó y se acostó hasta que sonó el despertador  para levantarse y emprender su largo viaje.

Una vez llegada a la estación subió en el metro y se sentó al lado de un chico, el cual le parecía muy guapo. Lo más que le llamaba la atención de él eran sus preciosos y destacables ojos azules. Al sentarse le dijo:

-Hola ¿esta ocupado?  Refiriéndose al asiento, y este contesto:

-No, te puedes sentar si quieres.

-Vale gracias. Y le preguntó que cual era su destino.

-Yo voy a Madrid, de vacaciones ¿y tú? Respondió este.

-Ja  ja que coincidencia yo también voy a Madrid ¿tienes sitio donde alojarte que pueda caber yo unos quince días?

-Sí, tengo una casa en propiedad donde te puedes quedar, que además me viene bien porque no tengo compañía.

María al ver que el chico le ofrecía su casa  muy decidida le dijo:

-Y si la relación nos va bien viviendo juntos podemos formar una pareja estable ¿no?

-Si, si respondió con cara de alegría.

María no sabía como pero todo le estaba saliendo a pedir de boca. Una vez bajados del metro llamaron un coche que los transportara hacia la casa del chico al cuál María le había preguntado de todo menos su nombre, pero él a ella tampoco. Así que ninguno podía quejarse del dato. Una vez llegados al destino se bajaron del coche y se adentraron en la casa del chico. María al entrar y ver una casa tan lujosa se sorprendió. Ya dejadas las maletas en las habitaciones se sentaron en un sofá en la sala de estar a conocer más uno del otro. María lo primero que le preguntó era su nombre. Y este le dijo:

- Me llamo Julio pero pa´ los amigos Julito, así que me puedes decir Julito ¿y tú?  

- ¿yo? María Miranda.

 La conversación siguió hasta llegada la hora de almorzar. Hora en la que se dieron cuenta de que no tenían ni agua para beber  así que decidieron acostarse a dormir porque también estaban cansados del viaje el cual los había hecho conocerse. Había un pequeño problema, una cama-dos personas, María decidida le dijo:

-¿No me iré a acostar en el sofá habiendo cama, no?

- Tranquila dónde cabe uno caben dos.



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“Lo vi en el metro” Jesús Santiago Martín

Era sábado por la noche y estaba solo con mis amigos esperando el metro. Mientras íbamos caminando hacia nuestro metro, que ya había llegado, vimos que un hombre entró corriendo al metro. Él estaba sudado y cansado, vestía todo de negro y tenía unos guantes. Se los quitó y tenía las manos manchadas de rojo, ensangrentadas. Pensé que se había hecho daño y  por eso tenía las manos así, me olvidé de él y seguí hablando con mis amigos. Cuando nos íbamos a bajar del metro él también bajó,  se fue muy rápido y tiró un cuchillo a la papelera. Luego, cuando llegue a mi casa puse la televisión y puse las noticias, de repente salió una foto del hombre que había visto en el metro, y decía que había matado a varias personas en un parque, decían que era el mejor asesino que había habido en la historia, nadie nunca lo había visto, y yo, lo vi en el metro. Ese día fui a mi cuarto y la ventana estaba abierta y el cuarto estaba todo desordenado, libros en el suelo, el colchón en el suelo, cajones abiertos, todo desordenado. Estaba asustado, pensé que había sido un gato o un perro, pero de repente, vi unas pisadas de zapatos en el suelo y una mancha en la pared de una mano ensangrentada. Las pisadas conducían al cuarto de mis padres, las seguí, abrí la puerta y mis padres estaban asesinados y estaba el cuchillo que había tirado en la basura el hombre que vi en la estación, Fue él y yo no hice nada. Mató a mis padres y yo lo vi en el metro. Ese día fui a mi cuarto y la ventana estaba abierta y el colchón en el suelo, cajones abiertos, todo desordenado. Estaba asustado, pensé que había sido un gato o un perro, pero de repente, vi unas pisadas en el suelo y vi una mancha en la pared de una mano ensangrentada.
Las pisadas conducían al el cuarto de mis padres, las seguí, abrí la puerta y mis padres estaban asesinados y estaba el cuchillo que había tirado en la basura el hombre que vi en la estación, Fue él y yo no hice nada. Mató a mis padres. Y lo vi en el metro.

Lo vi en el metro. César González Sosa

Un lunes tarde, de rutina diaria, estaba en el "Coffee Bar". La misma mesa junto a la ventana, el mismo camarero gruñón de siempre, pero eso sí, un café y unos gofres como nunca los había probado antes. Siempre voy a tomar una merienda de lunes a sábado. Puede que mi vida no sea tan entretenida como otros piensan, es más, puede que sea bastante solitaria, pero es mi vida y me gusta la forma en la que la vivo. Salí del "Coffee Bar" al parque local, en el centro de la ciudad. Me gusta despejar la mente a lo largo de un paseo por el verde césped que inunda el Parque Central.

Iba por un lateral del Parque, bordeándolo. Era un día en el que la gente abundaba casi tanto como el césped. De pronto se oyeron tres disparos de pistola en el otro extremo de la calle, a unos cien metros de mí. La curiosidad me mató y tuve que ir a ver lo que había ocurrido. Era un anciano, tendría unos setenta años de edad, no muchos más… Lo habían asesinado con arma de fuego, atravesándolo con tres balas de pistola en el tórax. Ni rastro de su asesino.

La gente decía que habían visto a un hombre con chaqueta de cuero, capucha y pasamontañas, pasar en dirección a la calle doscientos trece, avenida de Paquistán. Seguí en esa dirección con la intención de averiguar quién era, y por qué a aquel anciano que, a simple vista, parecía inofensivo.

Me introduje en la calle, ya cerca de la avenida. Cada vez había más gente, y me dificultaban el paso. Empecé a empujar y a apartar a las personas, abriéndome paso entre la multitud. De lejos, conseguí ver a un hombre de espaldas, caminando a las Oficinas Municipales, con una capucha y chaqueta de cuero. Le conseguí seguir la pista en un rodeo a la ciudad. Luego lo vi entrar en el portal de mi casa. Me quedé impactado. Espere por si salía alguien, pero no ocurrió así.

¿Un vecino? ¿Algún conocido o amigo? Ya en mi casa, me atormentaba a mi mismo con preguntas. ¿Lo conocería? No sé…

Escuché estruendos en las escaleras de mi portal. Con cautela abrí la mirilla de mi puerta, y vi a un hombre con pasamontañas… ¡Vi al hombre con pasamontañas! Cogí una lata de Kas para el camino y salí dando zumbos de mi casa.

Llegué a perderle la pista, pero solté mi lata de Kas y una mujer a la que le pregunte, reconoció la descripción y me dijo que había entrado en la estación de metro.

Una vez dentro de la estación, pedí un ticket para el próximo viaje que saliera, y me senté a esperar. Tenía que estar por allí, es más, el metro ya estaba a punto de llegar. Mirando a ambos lados antes de levantarme, miré al frente y lo vi. Lo vi en el metro… Estaba allí.

Entré y vi como sacaba su arma del bolsillo. No tardé en pensármelo. Le golpeé por detrás, en la nuca, lo suficientemente fuerte como para dejarlo inconsciente. La gente del metro empezó a alarmarse. Yo no me inmuté. Me dediqué a inclinarme para quitarle aquel pasamontañas. Y entonces reconocí su rostro, el de mi querido vecino… el viejo Mike.

Ayeesha Menzoza Garcia . Lo vi en el metro . La Gaza (GC)

En el mes de Diciembre los días son muy fríos y mas aun en el lugar donde yo vivía. Vivía en los Alpes, en lo alto de una montaña. Mi abuelo era un hombre de alta edad pero muy vigoroso y muy fuerte, yo era apenas una niña de diez años, muy alegre. Éramos muy felices allá riba con los animales y mi amigo Pedro que venia a verme todos los días. Pero un día mi boletos Shelma vino a traer unos noticias muy desgraciadas para mi y mi abuelo. Ella me quería llevar a la casa donde trabajaba para que conociera a la hija de los dueños ya que ella era hija única y se sentía muy sola porque no podía salir de la casa. Desgraciada yo, que nunca había salido del pueblo y tampoco quería hacerlo, pobre mi abuelo que se iba a quedar solo, pobre Pedro que ya no volvería a ver.
Mi tía convenció a mi abuelo y el pensó que era lo mejor para mi. Me vino a buscar al día siguiente, llego el momento de las despedidas y estaba muy triste. Me marche de allí muy decepcionada.
Para llegar a la casa donde trabajaba mi tía había que coger algunos transportes y entre ellos estaba el metro. Cuando llegamos a la estación aquello era enorme estaba lleno de gente cada uno a lo suyo. Mi tía compro los boletos y nos sentamos en un banco a esperar.
Había mucha gente y el barullo era inmenso. D repente alce la vista para observar y no podía creérmelo lo que estaba viendo. Era mi amigo Pedro que había venido a despedirse de mi y a traerme unos panecillos de leche y un poco de queso. Me levante corriendo y fui hacia el a darle un fuerte abrazo, nos quedamos mirándonos y con las lagrimillas en los ojos. Mi tía me estaba llamando porque el tren estaba llegando y nos teníamos que ir. Le di un fuerte abrazo y me despedí de el. Me pase todo el camino recordando lo que había visto en el metro. La casa a la que me llevo mi tía era muy bonita y la gente era muy amable pero nada tan maravilloso como el lugar donde vivía. En las vacaciones aprovechaba para ir a visitar a mi abuelo y a Pedro y algunas veces iba con Clara mi mejor amiga.


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lo vi en el metro. Oscar Mendoza Rodriquez. Gran Canaria

Un día yo y mi familia nos disponíamos a coger un tren hacia Madrid con el fin de ver a
unos familiares enfermos. Todos nos subimos al tren, yo me senté separados de mis
padre aunque a ellos no les pareciese bien.
Durante unos minutos todo transcurrió con total normalidad. Al cabo de 5 minutos el tren
hizo una parada y se subió un hombre muy misterioso.  Llevaba un sombrero negro, un
abrigo del mismo color que le llegaba a los tobillos. Bajo ese manto escondía una cara
y un cuerpo muy especial.
El señor extraño se sentó a mi lado bajo la cabeza y así se mantuvo durante todo el
trayecto. Yo sentía curiosidad al ver quien era aquella persona y le dije "hola" con el fin
de ver su rostro, pero no respondió. El hombre se bajo en una estación muy solitaria y
una vez allí desapareció.
Yo seguí el trayecto como si nada hubiera pasado. Una vez llegado a mi destino vi a
mis familiares, pasé el día con ellos y me fui devuelta a mi casa yo solo.
 Cuando pasé por la estación donde se había bajado anteriormente aquel hombre el
tren se detuvo y yo me quedé observando pero no vi a nadie subirse. Para mi asombro
cundo miré hacia una esquina del tren volví a ver al mismo señor sentado en ese sitio.
Yo ya estaba un poco asustado por lo que estaba pasando. Me dirigí al sitio y me
senté a su lado y empecé hablarle y le dije lo que me había pasado que me había
encontrado un poco intrigado por lo que había pasado en la estación. El hombre paso
de mi i se dio la vuelta. Yo me dirigí a mi sitio y una vez sentado vi que se acercaba a
mí.El señor del sombrero me miro muy seriamente aunque no pude ver el gesto de su
cara si no sólo el de sus ojos ya que llevaba un pañuelo que impedía ver poco más.
Una vez sentado a mi lado, me habló con una voz muy cálida y me dijo que no había
sido su intención que yo me sintiera incomodo.
Tuvimos una conversación muy amena pero se detuvo un momento y me dijo que me
iba a decir una cosa que no la sabía nadie pero  yo le parecía de confianza.  Me quedé
paralizado cundo me dijo el porque de vestirse así e ir tan tapado y sin hablar con
nadie.
Me citó un día en la misma parada donde el se había bajado y yo acepté encantado ya
que debería seguir hiendo a ver a mis familiares.
Al día siguiente me dispuse a ir a la parada y cuando baje del tren y el hombre me
cojeó por la mano y me llevó a un sitio al aire libre se quitó su chaqueta, su sombrero, y
el pañuelo que llevaba en la cara y se puso de cara al Sol. Todo su cuerpo empezó a
brillar como si fuera diamante y fue cundo me creí que aquel señor era de verdad un ser
extraordinario.
Yo mantuve su secreto guardado y no se lo dije a nadie como había acordado con
Ramos que era como se llamaba el señor extraño. A partir de allí el empezó a ser mas
confiado y el mismo se lo contó a muchas personas y así se convirtió en un ser muy
impresionante y aclamado.
Hoy en día me sigue dando las gracias y diciéndome que aquel día que lo vi en el
metro fue el comienzo de su vida real y gracias a mí perdió el miedo a todo y yo le digo
que el día que lo vi a el empecé a creer que existían cosas impensables en la vida y mi
vida dio un giro radical.

 

 

 

 

 

Lo vi en el metro. Haydee Fuertes. Gran Canaria

Miguel era una persona muy despreocupada que no le importaba mucho lo que sucedía a su alrededor, hasta que una día después de lo que le sucedió cambio su manera de pensar y de ver las cosas.

Era lunes, comenzaba la rutina de ir al trabajo y Miguel como siempre se dispuso a ir al

Metro donde era habitual que el fuera de Lunes a Viernes.Una vez allí se dispuso a subir al tren y vio que a la entrada todo el mundo estaba apelotonado y observaron algo. El fue a ver que era lo que pasaba y al llegar al lugar vio un muchacho en silla de rueda y otros vestidos con capuchas a su alrededor riéndose y empujando al joven. Miguel se dirigió muy decidido a donde estaba ocurriendo eso y les empezó a gritar diciendo que por favor dejaran de hacerlo que Roberto (el muchacho de la silla de ruedas) se encontraba indefenso. Los demás jóvenes hicieron caso miso a lo que se le dijo y siguieron como si nada. El hombre muy enfadado al ver que no el hacían caso soltó un pequeño maletín que llevaba y empezó a empujar a los jóvenes hacia fuera del tren hasta que vino la policía y se los llevo arrestados.

Roberto a pesar de que estaba lleno de moretones y heridas superficiales fue en busca de Miguel y muy agradecido no sabia que hacer para agradecerle aquel hombre lo que había hecho por el.

Cuando llego a donde estaba Miguel le dijo que por favor aceptara ir con el a tomarse un café charlar, ya que no sabia como agradecérselo todo. Miguel le dijo que no hacía falta que el solo había hecho lo correcto y lo que le hubiera gustado si el también hubiese estado en esa situación.

Después de que tuvieran una conversación muy amena los dos se despidieron y no se dijeron adiós sino hasta mañana.

Todos los días seguían coincidiendo en el mismo sitio y Roberto seguían sin saber como agradecerle todo.

Un día Miguel llegó muy triste a coger el metro y Roberto al verle así le preguntó que le ocurría. Miguel antes de pronunciar palabra se derrumbó y se puso a llorar sin más. Los dos hombres se pusieron hablar y Miguel contó lo que le ocurría y Roberto lo ayudo en todo hasta ver como empezaban a sonreír de nuevo su amigo.

El día concluyó y se dirigieron casa uno a su casa pero para Miguel aquel día le había marcado mucho ya que aquel hombre que un día había ayudado a salir de una situación comprometedora, hoy lo había comprendido como ningún otro amigo y así se convirtieron en mejores amigos por el momento.

Miguel llego a su casa muy alegre y le contó a su mujer lo sucedido y a continuación le dijo una frase: - "Lo vi en el metro aquel día y poco a poco se fue convirtiendo en un amigo muy especial."

Desde ese momento siempre ayuda a los de su alrededor y cuida a su amigo Roberto de todo lo que le pueda pasar.

La vi en el metro. Patricia Tacoronte. Gran Canaria

      Me llamo Marta y tengo diecinueve años. Mi infancia fue muy dura, pues crecí sin el cariño de una madre. Con tan sólo dos años de edad, mi padre me sacó del país hacia Venezuela, huyendo de todos los problemas y separándome de mi madre. Por lo que hoy sé, tenían problemas matrimoniales y mi padre abusaba de mi madre. Me hicieron creer que mi madre había muerto al yo nacer, y ahora vivía con la novia de mi padre y mis hermanastros. Mi vida cambió tras la muerte de mi padre, cuando yo tenía quince años…

     Me había dejado una carta que me entregó su novia, en la cual decía todas las verdades sobre mi vida. En esas letras averigüé que antiguamente vivíamos en Barcelona. Me explicó que mi madre seguía vida, y que él me sacó del país para dejar sus problemas atrás. Que por lo que sabía de ella, había recorrido mar y tierra para encontrarme. Me facilitó datos sobre ella, para poder encontrarla, y me escribió muchas otras cosas que me chocaron mucho, no entendía nada y me encantaría que él estuviese vivo para pedirle explicaciones, no entendía que le pasó por la cabeza en ese momento…

     La novia de mi padre me ayudó mucho a reencontrarme con mi madre, pues mi padre también abusaba de ella y ella por miedo no hizo nada. Estaba deseando tener dieciocho años para poder trasladarme a España en busca de mi madre, y lo único que sabía de ella era que vivía en Sant Adrià de Besòs en Barcelona.

     Cuando cumplí dieciocho años, saqué un pasaje con destino a Barcelona, me dirigí a la estación de metro para ir a la ciudad donde vivía mi madre. En la estación se sentó a mi lado una señora con una mirada muy triste, mal vestida y muy envejecida. Me llamó mucho la atención, pues nuestras miradas de cruzaron y sentí una sensación que nunca había sentido, me resultó conocida. Entablamos una pequeña conversación hasta que nuestro metro llegó a la parada. Nos sentamos juntas y de casualidad nos dirigíamos a la misma ciudad.

     Yo veía que era una persona que había sufrido mucho y por eso le pregunté sobre su vida. Empezó a contarme sus vivencias, y me dí cuenta que esa señora tenía que ver mucho con mi pasado, le pregunté su nombre y sospeché que podía ser mi madre. No sabía como decírselo, pues, tampoco sabía si ella creía que yo seguía viva. Me preguntó sobre mi vida y yo empecé a contarle. Nos miramos, nuestros ojos se rayaron de lágrimas y nos dimos un abrazo. Actualmente vivo con ella después  de haberle escrito una carta a mi madrastra, contándole que la había visto en el metro y dándole las gracias por todo. He recuperado todo el tiempo perdido junto a mi madre.

 



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