Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



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¡BIENVENIDOS!

Lucía y sus componentes. El ruiseñor y la rosa. Oscar Wilde

Estudiante: Me ha dicho que bailaría conmigo si le llevaba unas rosas rojas, pero no hay una sola rosa roja en mi jardín. De que cosa mas insignificante depende la felicidad. He leido todo, conozco los secretos de la filosofia y mi vida esta destrozada por la falta de una rosa roja.
Ruiseñor: He aquí por fin el verdadero enamorado –

 Le he cantado todas las noches, aún sin conocerle, todas las noches repito su historia a las estrellas, y ahora le veo. Su cabellera es oscura como la flor del jacinto y sus labios rojos como la rosa que desea; pero la pasión ha tornado su rostro pálido como el marfil y la pena le ha marcado la frente con su sello.

Estudiante:  El principe da una fiesta y acudira a ella , y si llevo una rosa roja bailara conmigo, pero no hay y no me hara caso.

Ruiseñor: He aquí el verdadero enamorado –  Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es la alegría para mí, para él es pena. Realmente el amor es una cosa maravillosa: es más precioso que las esmeraldas y más caro que los finos ópalos. Perlas y granates no pueden pagarle porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor, ni pesarlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro.

Estudiante: musicos tocaran , ella bailara pero no conmigo.

Lagartija: ¿Por qué lloras?

Mariposa: Si, ¿por qué?

Margarita: eso ¿Por qué?

Ruiseñor: llora por una rosa roja.

Lagartija: ¿por una rosa roja? jajajaja

Ruiseñor: Dame una rosa roja y te cantaré mis canciones más dulces.

Rosal blanco: Mis rosas son blancas, tan blancas como la espuma del mar, como la nieve en las montañas, tan blanca como la mayonesa pero vete en busca de mi hermano amarillito quizás él te pueda ayudar.

Ruiseñor: Dame una rosa roja, y te cantaré mis canciones más dulces.

Rosal amarillo:  Mis rosas son amarillas, tan amarillas como el plátano canario, más amarillas que el polen que chupan las abejas, y más amarillas incluso que la mostaza, pero yo no te voy a dar rosas rojas mejor vas en busca de mi hermanito rojito quizás él te pueda ayudar.

Ruiseñor: Dame una rosa roja y te cantaré mis canciones más dulces.

Rosal rojo: Mis rosas son rojas, tan rojas como el Ketchup, más rojas incluso que la sangre pero el invierno ha helado mis venas, mis raíces, se ha marchitado todo lo florecido, además la ventolera del día 29 de noviembre partió todas mis ramas y no tendré rosas en todo el año.

Ruiseñor: No necesito más que una rosa roja, una sola rosa roja. ¿No hay ningún medio para que yo la pueda conseguir?

Rosal rojo: Hay un medio, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.

Ruiseñor: Dímelo, no soy asustadizo.

Rosal rojo: Tendrás que cantarme con tus notas musicales aferrándote a mi espina, tu sangre será derramada, y todo ello bajo el claro de luna. Cantarás durante toda la noche para mí, las espinas te atravesarán y tu sangre pasará a ser mía.

Ruiseñor: La muerte es un buen precio por una rosa roja – y todo el mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perlas. Dulce es el olor de los nobles espinos. Dulces son las campanillas que se esconden en el valle y los brezos que cubren la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida  ¿Y qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre?
Ruiseñor:  Sed feliz – sed feliz; tendréis vuestra rosa roja. La crearé con notas de música al claro de la luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que os pido en cambio es que seáis un verdadero enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta lo sea. Y que más fuerte que el poder, aunque éste también lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su aliento como el incienso.
Rosal rojo:    Apriétate más, más, más pequeño ruiseñor, o se hará de día antes de que consigas tu rosa.

Apriétate más, más, más pequeño ruiseñor, o se hará de día antes de que consigas tu rosa.

 Mira mira, ya está aquí la rosa.

Estudiante: Qué extraña buena suerte, he aquí una rosa roja. No he visto una rosa semejante en toda mi vida.
Estudiante: dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja y aquí la tienes, la rosa más roja del mundo.

Hija profesor:-Temo que esta rosa no combine con  mi vestido-respondió-.Además, el sobrino de chambelán me ha enviado joyas  de verdad que cuestan más que las flores

Estudiante: eres una ingrata.

Hija profesor:-Temo que esta rosa no combine con  mi vestido-respondió-.Además, el sobrino de chambelán me ha enviado joyas  de verdad que cuestan más que las flores

Estudiante: ¿amor? qué tontería....

el amigo fiel

El amigo fiel

Una mañana, la vieja rata de agua sacó la cabeza por su agujero. Tenía unos ojillos redondos y brillantes y unos poblados bigotes grises, y su cola parecía una larga goma negra. Unos pequeños patos nadaban en el estanque y parecían una bandada de canarios amarillos, y su madre, que era de un blanco purísimo, con patas de rojo vivo, intentaba enseñarles cómo había que meter la cabeza en el agua.
–Nunca podréis ser de la buena sociedad si no sabéis hundir la cabeza –les decía. Y les volvía a enseñar cómo se hacía. Pero los patitos no ponían atención. Eran tan jóvenes que no conocían las ventajas de formar parte de la buena sociedad.
–¡Qué niños tan desobedientes! –exclamó la vieja rata de agua–. En verdad que merecían ahogarse.
–Nada de eso –contestó la pata–; todo tiene su principio y los padres tienen que ser pacientes.
–¡Ah! Yo no sé nada de los sentimientos de los padres –dijo la rata de agua–. No tengo familia. En resumen, nunca he estado casada ni he intentado estarlo. El amor está muy bien, pero la amistad es algo mucho más elevado. Realmente, no sé que haya nada en el mundo más noble y más raro que una amistad fiel.
–Te ruego que me digas cuál es tu idea de los deberes de un amigo fiel –dijo un jilguero verde que estaba en un sauce y había escuchado la conversación.
–Sí, eso es precisamente lo que yo quiero saber –dijo la pata. Y se dirigió al extremo del estanque, introduciendo la cabeza en el agua para dar buen ejemplo a sus hijos.
–¡Qué pregunta más tonta! –exclamó la rata de agua–. Un amigo fiel es simplemente el que nos demuestra fidelidad, naturalmente.
–¿Y qué le darías tú a cambio? –preguntó el pajarillo, balanceándose en una rama plateada y agitando las alas.
–No te entiendo –contestó la rata de agua.
–Permíteme que te cuente una historia sobre el tema –dijo el jilguero.
–¿Es una historia referente a mí? –preguntó la rata de agua–. Si es así, la escucharé, porque me gustan mucho los cuentos.
–Es aplicable a ti –contestó el jilguero. Y bajó volando del árbol, se posó a la orilla del estanque y contó la historia del amigo fiel.
–Érase una vez –dijo el jilguero– un hombre muy honrado llamado Hans.
–¿Era una persona muy distinguida? –preguntó la rata de agua.
–No –contestó el jilguero–, no creo que se distinguiera por nada, excepto por su buen corazón y su cara redonda y alegre. Vivía en una pequeña casita y todos los días trabajaba en su jardín. En toda aquella parte del país no había un jardín tan bello como el suyo. Allí crecían alhelíes, claveles y rosas de Francia. Había rosas de Damasco, rosas amarillas, azafranes lilas y oro y violetas blancas y purpúreas. Las mejoranas, velloritas, agavanzos, narcisos y claveros se sucedían según los meses, y una flor sustituía a la otra, así que siempre había algo bello que mirar y algún agradable aroma que oler.
"El pequeño Hans tenía muchos amigos, pero el más fiel de todos era el obeso Hugo, el molinero. Realmente, tan fiel era el rico molinero con el pequeño Hans, que nunca atravesaba su jardín sin inclinarse sobre las plantas y recoger un gran ramo de flores o verduras, o llenar sus bolsillos de cerezas o ciruelas, si era la época de la fruta.
–Los verdaderos amigos deben compartirlo todo –solía decir el molinero–; y el pequeño Hans asentía sonriendo y se sentía muy orgulloso de tener un amigo con ideas tan nobles. Sin embargo, algunas veces los vecinos pensaban que era muy extraño que el rico molinero nunca le diera nada a cambio al pequeño Hans, aunque tenía cien sacos de harina almacenados en su molino, seis vacas lecheras y un gran rebaño de ovejas; pero Hans nunca se preocupó de estas cosas y nada le daba un placer tan grande como el escuchar todas las maravillosas palabras que el molinero acostumbraba decir sobre el desinterés de la amistad verdadera.
" Así, pues, el pequeño Hans trabajaba en su jardín. Durante la primavera, el verano y el otoño era muy feliz, pero cuando llegaba el invierno y no tenía ni flores para llevar al mercado, pasaba mucho frío y hambre y, frecuentemente, se iba a la cama sin haber cenado más que unas pasas secas y unas nueces duras. También en el invierno se encontraba solo, pues entonces el molinero nunca venía a verle.
"–No está bien que vaya a ver al pequeño Hans mientras haya nieve –solía decirle el molinero a su esposa–, porque cuando la gente tiene alguna preocupación les gusta estar solos y no tener visitas. Ésa, al menos, es mi idea de la amistad, y estoy seguro de que tengo razón. Así que esperaré a que llegue la primavera y entonces le haré una visita y él me dará una gran cesta de velloritas y le haré muy feliz."
–Ciertamente eres muy atento con los demás –le contestaba su esposa, sentada al fuego en un gran sillón–; en verdad que eres muy atento. Es muy agradable oírte hablar de la amistad. Estoy segura de que ni el sacerdote podría decir las cosas que dices tú, aunque viva en una casa de tres pisos y lleve un anillo de oro en el dedo meñique."
–Pero, ¿no podríamos invitar al pequeño Hans a que viniera aquí? –dijo el niño más joven del molinero–. Si el pobre Hans está necesitado yo le daré la mitad de mi comida y le enseñaré mis conejos blancos.
"–¡Qué tonto eres! –exclamó el molinero–. Realmente no sé qué utilidad tiene el enviarte a la escuela. Parece que no aprendes nada. Si el pequeño Hans viniese aquí y viera nuestro fuego, nuestra buena comida y nuestra gran cuba de vino tinto, podría estar envidioso y la envidia es la cosa más terrible y echa a perder el carácter de cualquiera. Y yo, desde luego, no permitiré que el carácter de Hans se eche a perder. Soy su mejor amigo y siempre velaré por él y procuraré que no caiga en ninguna tentación. Además, si Hans viniera aquí podría pedirme que le prestara un poco de harina, y eso no puedo hacerlo. La harina es una cosa y la amistad es otra, y ambas no deben confundirse. Las dos palabras se escriben diferente y significan cosas completamente diferentes. Todo el mundo sabe eso."
–¡Qué bien hablas! –dijo la esposa del molinero, sirviéndose un gran vaso de cerveza caliente–. Estoy como inconsciente. Como si estuviera en la iglesia."
–Mucha gente obra bien –contestó el molinero–, pero muy pocos hablan bien, lo cual demuestra que hablar es mucho más difícil y más bello."
Y miró severamente por encima de la mesa a su hijo, el cual se sintió tan avergonzado que bajó la cabeza, se puso colorado y comenzó a llorar encima de su taza de té. Realmente era tan joven que podía perdonársele.
–¿Éste es el final de la historia? –preguntó la rata de agua.
–Desde luego que no –contestó el jilguero–; éste es el principio.
–Entonces andas muy atrasado para esta época –dijo la rata de agua–. Todos los buenos cuentistas de nuestros días empiezan por el final y después continúan por el principio y acaban por la mitad. Ése es el nuevo método. Lo oí el otro día de labios de un crítico que paseaba alrededor del estanque con un joven. Hablaba del asunto con gran conocimiento, y estoy segura que debía estar en lo cierto, porque llevaba gafas azules y era calvo, y cuando el joven le hacía alguna observación siempre contestaba: "¡Psche!" Pero te ruego que sigas con tu historia. Me gusta mucho el molinero. Posee toda clase de bellos sentimientos; así, pues, tiene que existir entre ambos una gran simpatía.
–Bien –dijo el jilguero, saltando sobre una pata y después sobre la otra–, tan pronto como pasó el invierno y las velloritas comenzaron a abrir sus estrellas de color amarillo pálido, el molinero le dijo a su mujer que iba a ver al pequeño Hans.
"–¡Qué buen corazón tienes! –exclamó ella–. Siempre estás pensando en los demás. Acuérdate de llevar la cesta grande para traer las flores.
" Así, pues, el molinero ató las aspas del molino con una fuerte cadena de hierro y bajó por la colina con la cesta al brazo.
"–Buenos días, pequeño Hans –dijo el molinero."– Buenos días –dijo Hans, apoyándose en su azada y sonriendo de oreja a oreja."–¿Cómo te ha ido durante el invierno? –dijo el molinero.
"–Bien, muy bien –exclamó Hans–. Es muy amable por tu parte el preguntármelo; muy amable, en verdad. Me temo que he tenido que pasar días duros, pero ahora ha llegado la primavera y soy completamente feliz, y todas mis flores están espléndidas.
"–Muchas veces hablábamos de ti durante el invierno, Hans –dijo el molinero–, y nos preguntábamos qué tal estarías."–Eres muy amable –dijo Hans–. Siempre temí que me hubieras olvidado.
"–Hans, eso me sorprende –dijo el molinero–. La amistad nunca se olvida. Eso es lo más maravilloso de ella, pero me temo que tú no entiendes la poesía de la vida. ¡Qué bellas son tus velloritas!
"–Ciertamente, son muy bellas –dijo Hans–, y tengo mucha suerte al poseer tantas. Voy a llevarlas al mercado y se las venderé a la hija del burgomaestre, y así podré volver a comprar con ese dinero mi carretilla."–¿Volver a comprar tu carretilla? ¿Quieres decir que la has vendido? ¡Qué estupidez!"–Bueno, el hecho es –dijo Hans– que me vi obligado a hacerlo. Ya sabes que el invierno es muy malo para mí y que no tengo dinero para comprar pan. Así, pues, primero vendí los botones de plata de mi traje de los domingos, después vendí mi cadena de plata, después mi gran flauta y por último la carretilla. Pero ahora voy a comprarlo todo de nuevo."–Hans –dijo el molinero–, yo te daré mi carretilla. No está en muy buen uso; en realidad, le falta un lado y tiene estropeados algunos radios; pero a pesar de eso te la daré. Sé que soy muy generoso y mucha gente pensará que hago una tontería, pero yo no soy como el resto del mundo. Creo que la generosidad es la esencia de la amistad, y además tengo una carretilla nueva. Sí, no tienes que preocuparte; te daré mi carretilla.
"–Realmente eres muy generoso –dijo el pequeño Hans; y su rostro alegre y redondo se puso reluciente de placer–. Puedo repararla fácilmente, porque tengo en casa una tabla.
"–¡Una tabla! –dijo el molinero–. Eso es justamente lo que yo quiero para el techo de mi granero. Hay un agujero muy grande y el grano se mojará si no lo tapo. ¡Qué suerte que la mencionaras! Desde luego una buena acción siempre hace nacer otra. Yo te he dado mi carretilla y ahora tú me darás tu tabla. Naturalmente, la carretilla vale más que la tabla, pero la verdadera amistad nunca tiene en cuenta estas cosas. Te ruego que me la des ahora, pues me pondré a trabajar en mi granero hoy mismo.
"–Desde luego –exclamó el pequeño Hans; y se metió corriendo en su casa, sacando al momento la tabla.
"–No es muy grande –dijo el molinero mirándola–, y me temo que después que yo haya arreglado el techo de mi granero tú no tendrás con qué arreglar la carretilla; pero, desde luego, eso no es culpa mía. Y ahora, como te he dado mi carretilla, estoy seguro que querrás darme a cambio algunas flores. Aquí está la cesta; espero que la llenes del todo.
"–¿Llenarla del todo? –dijo el pequeño Hans tristemente, porque era en verdad una cesta muy grande y él sabía que si la llenaba se quedaría sin flores para llevar al mercado, y estaba ansioso por recuperar sus botones de plata.
"–Bueno, realmente –contestó el molinero–, como te he dado mi carretilla no creo que sea mucho pedir unas pocas flores. Puede ser que me equivoque, pero creo que la amistad, la verdadera amistad, está libre de todo egoísmo.
"–Mi querido amigo, mi mejor amigo –exclamó el pequeño Hans–, todas las flores de mi jardín son tuyas. Me importa mucho más que tengas una buena opinión de mí que volver a tener mis botones de plata.
"Y corrió a coger todas sus velloritas y llenó la cesta del molinero.
"–Adiós, pequeño Hans –dijo el molinero, y se marchó colina arriba con la tabla al hombro y la gran cesta al brazo.
"–Adiós –dijo el pequeño Hans; y empezó a cavar alegremente, pues estaba muy contento de volver a tener carretilla.
"Al día siguiente estaba sujetando unas enredaderas sobre el porche cuando oyó la voz del molinero que le llamaba desde la carretera. Saltó de la escalera, atravesó el jardín y miró por encima del muro. Allí estaba el molinero con un gran saco de harina a la espalda.
"–Querido Hans –dijo el molinero–, ¿te importaría llevarme este saco de harina al mercado?"–¡Oh! Lo siento –dijo Hans–, pero estoy muy ocupado hoy. Tengo que sujetar las enredaderas, regar todas mis flores y segar el césped.
"–Bueno –dijo el molinero–, creo que considerando que voy a darte mi carretilla no es de buen amigo el negarte.
"–¡Oh! Yo no he dicho eso –exclamó el pequeño Hans–. No me negaría por nada del mundo.
"Y corrió a coger su gorro y salió con el saco al hombro. Era un día caluroso y la carretera estaba llena de polvo, y antes que Hans hubiera recorrido seis millas estaba tan fatigado que se sentó a descansar. Sin embargo, continuó su camino con muchas energías, hasta que por fin llegó al mercado. Después de estar allí algún tiempo, vendió el saco de harina por un buen precio y volvió a casa inmediatamente, porque temía que si se entretenía demasiado podría encontrarse con ladrones en el camino.
"–Ciertamente ha sido un día duro –se dijo el pequeño Hans cuando se metía en la cama–, pero estoy contento de no haberme negado a hacer el encargo del molinero, porque es mi mejor amigo y, además, va a darme su carretilla."Por la mañana temprano el molinero volvió por el dinero del saco de harina, pero el pequeño Hans estaba tan cansado que aún se encontraba en la cama. "–¡Qué perezoso eres! –dijo el molinero–. Realmente, considerando que voy a darte mi carretilla, creo que deberías trabajar más. La pereza es un gran pecado, y no me gusta que ninguno de mis amigos sea vago o perezoso. Te hablo sin ningún rodeo. Desde luego, ni soñaría en hacerlo si no fuera tu amigo. Pero, ¿qué tendría de bueno la amistad si uno no pudiera decir lo que piensa? Cualquiera puede decir cosas encantadoras e intentar hacerse agradable y hacer halagos, pero un verdadero amigo siempre dice cosas desagradables y no le preocupa causar dolor. En verdad, si es realmente un verdadero amigo, lo prefiere, porque sabe que está obrando bien.
"–Lo siento mucho –dijo el pequeño Hans frotándose los ojos y quitándose el gorro de dormir–, pero estaba tan cansado que pensé quedarme en la cama un poco más y escuchar el canto de los pájaros. ¿Sabes que siempre trabajo mejor después de oír cantar a los pájaros?
"–Bueno, me alegro de eso –dijo el molinero golpeándole la espalda amistosamente–, porque quiero que vayas al molino, tan pronto como te hayas vestido, para arreglar el techo de mi granero.
"El pobre Hans estaba deseando trabajar en su jardín, porque no había regado sus flores desde hacía dos días, pero no quería negarse a la petición del molinero, pues éste era un formidable amigo para él.
"–¿Crees que no sería amistoso por mi parte el decirte que estoy ocupado? –inquirió dando un suspiro y con voz tímida."–Realmente –contestó el molinero–, no creo que sea mucho pedirte considerando que voy a darte mi carretilla; pero, desde luego, si te negaras iré a hacerlo yo mismo.
"–¡Oh! ¡De ningún modo! –exclamó el pequeño Hans, y saltó de la cama, se vistió y se fue al granero.
"Trabajó todo el día, hasta el atardecer, y entonces vino el molinero a ver qué tal iba la tarea.
"–¿Has tapado ya el agujero, pequeño Hans? –exclamó el molinero con voz alegre.
"–Está completamente tapado –contestó el pequeño Hans, bajando la escalera.
"–¡Ah! –dijo el molinero–. No hay trabajo tan agradable como el que se hace para el prójimo.
"–Ciertamente es un gran privilegio oírte hablar –respondió el pequeño Hans sentándose y secando el sudor de su frente–. Un gran privilegio. Pero temo que nunca tendré ideas tan bellas como las tuyas.
"–¡Oh! Las tendrás –dijo el molinero–, pero debes tomarte más interés. En el presente sólo tienes la práctica de la amistad; algún día tendrás también la teoría.
"–¿Crees eso realmente? –preguntó el pequeño Hans.
"–No me cabe duda –contestó el molinero­–; pero ahora que has arreglado el tejado, lo mejor es que te vayas a casa a descansar, porque mañana deseo que lleves mi rebaño a la montaña.
"El pobre Hans no osó poner ninguna objeción a esto, y por la mañana temprano el molinero trajo su rebaño hasta su casa y Hans se marchó con las ovejas a la montaña. Entre ir y volver se le fue todo el día, y cuando regresó estaba tan cansado que se durmió en su silla y no se despertó hasta bien avanzada la mañana.
"–¡Qué delicioso tiempo tendré en mi jardín! –dijo; y salió a trabajar al momento.
"Pero nunca pudo volver a cuidar sus flores, porque su amigo el molinero venía siempre para enviarle a un largo recado o para llevarle a él a trabajar al molino. El pequeño Hans a veces estaba muy preocupado, pues temía que sus flores pensaran que las había olvidado, pero se consolaba diciéndose que el molinero era su mejor amigo.
"–Además –solía decir–, va a darme su carretilla, y ese es un acto de pura generosidad.
"Y el pequeño Hans trabajó para el molinero, y éste le dijo toda clase de cosas bellas acerca de la amistad, las cuales Hans anotó en un cuaderno y leyó por las noches, porque era muy buen discípulo.
"Ahora bien: una noche que Hans estaba sentado junto al fuego oyó que llamaban muy fuerte en su puerta. Era una noche de perros y el viento soplaba alrededor de la casa tan terriblemente que al principio creyó que el ruido era de la tormenta. Pero se oyó un segundo golpe y después un tercero más fuerte que los otros.
"–Será algún pobre viajero –dijo el pequeño Hans para sí; y corrió hacia la puerta.
"Allí estaba el molinero con una linterna en una mano y un gran bastón en la otra.
"–Querido Hans –exclamó el molinero–, tengo un gran problema. Mi hijito se ha caído de una escalera y se ha herido. Voy a buscar al doctor. Pero vive tan lejos y hace tan mala noche, que se me ha ocurrido que sería mucho mejor que fueses tú en mi lugar. Ya sabes que voy a darte mi carretilla y es justo que tú me des algo a cambio.
"–Ciertamente –exclamó el pequeño Hans–. Me gusta poder ayudarte y saldré inmediatamente. Pero debes dejarme tu linterna, pues la noche es tan oscura que tengo miedo de caer en un precipicio.
"–Lo siento mucho –contestó el molinero–, pero es mi linterna nueva y sería para mí una gran pérdida si le ocurriera algo.
"–Bueno, no importa; iré sin ella –exclamó el pequeño Hans.
"Tomó su abrigo de pieles, su gorra escarlata, se envolvió el cuello con una bufanda y salió.
"¡Qué tormenta tan horrorosa había! La noche era tan negra que el pequeño Hans casi no podía ver y el viento era tan fuerte que casi no podía andar. Sin embargo, era muy animoso, y después de andar tres horas llegó a casa del doctor y llamó a la puerta.
"–¿Quién es? –exclamó el doctor, asomando la cabeza por la ventana del dormitorio.
"–El pequeño Hans, doctor."–¿Qué quieres, pequeño Hans?
"–El hijo del molinero se ha caído de una escalera y se ha herido, y el molinero quiere que vaya usted inmediatamente."–¡Muy bien! –dijo el doctor.
"Tomó sus grandes botas y su linterna, bajó las escaleras, montó en su caballo y galopó en dirección a la casa del molinero, con el pequeño Hans caminando tras él trabajosamente.
"Pero la tormenta iba creciendo cada vez más y la lluvia caía a torrentes, y el pequeño Hans no podía ver por dónde iba ni podía seguir al caballo. Por fin se perdió y anduvo por el pantano, que era un lugar muy peligroso, pues estaba lleno de profundos agujeros, y el pobre Hans cayó en uno de ellos. Su cuerpo lo encontraron al día siguiente unos pastores flotando en un gran charco de agua y lo llevaron a su casa.
"Todos fueron al funeral del pequeño Hans, pues era muy popular, y el molinero presidió el duelo.
"–Como yo era su mejor amigo –dijo el molinero–, es lógico que ocupe este puesto.
"Y caminó a la cabeza de la procesión con una gran capa negra, limpiándose los ojos de cuando en cuando con un gran pañuelo.
"–El pequeño Hans ha sido ciertamente una gran pérdida para todos –dijo el herrero cuando terminó el funeral.
"Y todos se sentaron confortablemente en la fonda a beber vino aromático y a comer pasteles dulces.
"–Una gran pérdida para mí –contestó el molinero–, porque iba a darle mi carretilla, y ahora realmente no sé qué hacer con ella. Está en tan mal estado que no podría conseguir nada si la vendiera. Ya no volveré a dar nada. En verdad, uno sufre por ser generoso."
–¿Y bien? –dijo la rata de agua después de una larga pausa.
–Ése es el final –dijo el jilguero.
–Pero, ¿qué fue del molinero? –preguntó la rata de agua.
–¡Oh! Realmente no lo sé –replicó el jilguero–. Y tampoco me preocupa.
–Es evidente que no tienes un carácter simpático –dijo la rata de agua.
–Temo que no hayas comprendido la moraleja de la historia –dijo el jilguero.
–¿La qué? –exclamó la rata de agua.
–La moraleja.
–¿Quieres decir que la historia tiene una moraleja?
–Ciertamente –dijo el jilguero.
–Eso debías habérmelo dicho antes de empezar –dijo la rata de agua en tono de enfado–. Si lo hubieras hecho no te habría escuchado. Te hubiera dicho: "¡Psche!", como el crítico. Sin embargo, puedo decírtelo ahora. Y exclamó "¡Psche!" con toda la potencia de su voz; y haciendo un movimiento con el rabo se metió en su agujero.
–¿Qué te parece la rata de agua? –preguntó la pata, que se acercó unos minutos después–. Tiene buenas virtudes; pero por mi parte, tengo sentimientos de madre y no puedo ver a un soltero empedernido sin que mis ojos se llenen de lágrimas.
–Temo haberle molestado –contestó el jilguero–. El hecho es que le conté una historia con moraleja.
–¡Ah! Eso siempre es muy peligroso –dijo la pata.
Y yo estoy de acuerdo con ella.

La mansión encantada (dramatización).

                                           LA MANSIÓN ENCANTADA

 

Primera escena: Angelina Jolie se levanta con un bostezo.

 

- Hoy es un día que voy a dedicar a mí por completo. Voy a ver si mi masajista tiene hora para mí- dijo Angelina.

(Angelina coge el móvil).

- Buenos días Marcus. Te necesito a las 6. Comunícale a Donatella que tendrá que encargarse de mí a partir de las 7 y 30. Quiero estar espectacular para mi cena con Michael – dijo Angelina.

 

Segunda escena: Michael sentado en un restaurante y llega Angelina.

 

- ¡Estás estupenda amor mío! Toma asiento. ¿Te apetece algún entrante (salmón, caviar …) o pasamos directamente al primer plato? – dijo Michael.

- Mejor pasamos al primer plato, la verdad es que no tengo mucho apetito. Recuerda también que no podemos entretenernos demasiado, Shakira y George nos están esperando para tomar un cóctel – dijo Angelina.

(Al pasar un rato…).

- La cuenta por favor. Dígale al aparcacoches que me traiga el Ferrary rojo a la entrada. ¡Y rápido por favor! La última vez nos hizo esperar casi 5 minutos – dijo Michael.

 

Tercera escena: Michael y Angelina sentados en el coche.

 

(Michael va conduciendo rápidamente).

- ¡Michael cuidado! – exclamó Angelina.

- ¿Qué ha sido eso? – preguntó Michael.

- Creo que has atropellado a algún animal – dijo Angelina.

- Bajaré del coche a echar un vistazo – dijo Michael.

(Michael baja del coche y vuelve a entrar en éste bruscamente).

- ¡Vámonos, vámonos! – exclamó Michael.

(Michael arranca el coche a toda prisa).

 

Cuarta escena: Michael y Angelina llegan a su mansión.

 

- Menos mal que ya hemos llegado a casa – dijo Michael.

- Parece que Shakira y George ya han llegado. Creo que ese es el Lamborgini de Shakira – dijo Angelina.

(Los dos entran a la mansión).

- ¿Que tal Shaki? ¿Dónde está George? – dicen Angelina y Michael a la vez.

- Vais a tener que disculparle. Se sentía indispuesto y no ha podido venir – dijo Shakira.

- Bueno, no tiene importancia – responden Angelina y Michael a la vez.

- Ven Shakira, mi cocinera ha preparado un delicioso pastel. Vamos a degustarlo – dijo Angelina.

(Los tres se sientan a comer en un sitio un poco más alejado).

- ¿Qué es ese ruido que oigo? ¿Es que habéis tenido un bebé y no habéis dicho nada a los amigos? – preguntó Shakira con una carcajada.

- ¿A qué te refieres? – respondió Michael muy serio.

- Estoy escuchando un ruido que parece el llanto de un bebé – dijo Shakira.

- ¡Oh Dios mío! Parece que yo también he escuchado algo así. Vayamos a ver qué demonios está pasando – dijo Angelina.

(Los tres recorren gran parte de la casa).

- Debe de haber sido fruto de nuestra imaginación. Recuerda que esta noche estamos un poco paranoicos Angelina. Volvamos a disfrutar de ese delicioso pastel y de ese cóctel – dijo Michael.

(Los tres vuelven al salón y cuando llegan se apaga la luz).

- ¡Oh Dios mío, se ha ido la luz, no veo nada! – gritó Shakira.

- ¿Qué ha sido eso? ¿No habéis escuchado unas voces de niños? ¿Michael? – preguntó Angelina.

- Estoy aquí cariño. No os preocupéis por nada, yo me encargo de todo. Creo que lo mejor será llamar al teléfono de emergencias – dijo Michael.

(Michael coge el móvil y éste no tiene cobertura).

- ¿Pero qué diablos está pasando en esta casa? – preguntó Michael con preocupación.

- Angelina, creo que deberíamos ir los dos al sótano e intentar arreglar al menos el problema de la luz. Cuando podamos ver ya pensaremos cómo solucionar lo demás – dijo Michael.

- Está bien, te acompañaré, pero no respondo de mí si siguen ocurriendo cosas extrañas – dijo Angelina.

(Los dos se dirigen al sótano).

 

Quinta escena: Angelina y Michael en el sótano.

 

- ¡Debemos irnos ahora mismo de aquí! ¡Esto está completamente inundado! – exclamó Angelina.

- De eso ni hablar. Al menos tenemos que intentarlo. Buscaré una forma de llegar hasta las palancas y de subirlas sin mojarme – dijo Michael.

- ¡No lo hagas! ¡Es demasiado peligroso! – exclamó Angelina.

- ¡Acabemos de una vez con todo esto! – exclamó Michael a la vez que subía las palancas.

(Michael y Angelina caen desplomados al suelo soltando un espeluznante grito de agonía).

 

Sexta escena: Shakira está al otro lado de la casa y al oír el grito corre hacia la puerta de salida.

 

- ¿Búfalos? – pregunta Shakira con horror al abrir la puerta.

- ¡Que alguien me ayude! ¡Tengo que salir como sea de esta horrible mansión encantada! – exclamó Shakira lo más fuerte que

Bebiendo con un extraño. Alexander Santana, María del Pino Rodríguez y Leticia Cazorla.

Bebiendo con un extraño.

 

 Escena 1: Lety conduciendo y sufre accidente.

 

 Escena  2: (hospital)

 

María: Todo sucedió muy rápido… Era una noche muy oscura, cubierta de una densa niebla. Cuando despertó no recordaba nada, un inmenso dolor recorría todo su cuerpo y un tímido pitido retumbaba en sus oídos. Era la habitación 204 de un hospital perdido en un alejado pueblo de Italia, ciudad en la que Marisa había pasado la noche anterior acompañada de un misterioso  chico que había conocido hacía algunas horas…

 

Escena 3 : (en el bar)

 

Lety: Hola, me dejas un ron blanco con seven-up  y otro con cola. 

María: Aquí tiene.  Son 6 €.

Lety : Bueno, como te iba diciendo… Mi abuela, cuando yo era pequeña, me enseñó a leer la mano. A ver,  déjame leer lo que dice la tuya (cogiéndole la mano)… Tu línea de la vida dice que vivirás mucho tiempo.

Alex: (Sin dejar que termine, aparta la mano) Déjalo, de nada me sirve eso…

Lety: ¿Por qué dices eso?

Alex: Desde hace algún tiempo mi vida dejó de tener sentido. Mi mujer falleció hace algunos años y desde entonces nada parece ir bien. Cada mañana, al ver la cara de mi hija Laura, me acuerdo de ella y de que ya no está a mi lado… (Se crea un incómodo silencio)

Alex: No me encuentro muy bien.  ¿Te parece si me acompañas a casa?

Lety: Claro, ¿vives muy lejos?

Alex: No, a unas calles de aquí.

 

 Escena 4:(En casa de Brian)

 

Alex: (Abriendo la puerta) ¿Te apetece subir?

Lety: (dudando) No sé, mañana trabajo y tengo que madrugar…

Alex: Solo será un rato, te lo prometo.

Lety: Bueno… pero sólo un rato.

Una vez arriba, en su casa:

Alex: ¿Quieres tomar algo? En uno de mis viajes aprendí a hacer algunos cócteles que son muy famosos entre mis amigas…

Lety: Está bien, te dejo que me sorprendas…

Alex prepara las copas en la cocina y de repente suena el timbre. Cuando vuelve,  piensa un rato si había echado la pastilla, y ante la duda, decide echar otra. Una vez en el salón, entrega a Marisa la copa incorrecta.

A Marisa le llega un mensaje de un número desconocido. Es de la camarera del bar. (SMS: Soy la camarera del bar, no te fíes de ese hombre. Atrae a las chicas, les ofrece una bebida misteriosa y termina con su vida).

Lety: Se ha hecho demasiado tarde, me tengo que ir. Creo que ya ha sido suficiente por hoy…

Alex: ¿Pasa algo?

Lety: No, no, tranquilo… Es sólo que estoy muy cansada.

Alex: ¿Volveremos a vernos?

Lety: Claro, claro... Espera mi llamada.

 

Escena  5: 

 

Brian comienza a sentirse mal, se marea, intenta coger el móvil para llamar a la ambulancia, pero ya es demasiado tarde y muere.

María: En la habitación 204 todo sucedió muy rápido…

 

Un fin de semana entretenido

Un fin de semana entretenido

 

Carla: Querido diario, hoy te voy  a contar lo que me pasó el fin de semana. El día comenzó un poco aburrido pero iban pasando las horas y todo se iba animando.

 

(Escenario 1): Carla aparece sentada con cara de aburrimiento. Después de terminar de hablar, aparecen sus padres y su hermana sentada al lado de Carla.

Madre: ¡Chicas, papa y yo tenemos una sorpresa! ¡Hemos comprado entradas para un concierto! ¿Qué tal si se visten y nos vamos todos ya?

 

(Escenario 2): Aparecen todos bailando una canción y luego aparecen agotados.

Todos: ufff  ¡Qué hambre tenemos!

Paula: ¡¡Vamos a cenar todos juntos!!

Madre, Padre y Carla: ¡Qué buena idea!

 

(Escenario 3): Caminando todos juntos encuentran un restaurante, entran y se sientan en una mesa.

Madre: ¡Camarero! Pónganos cuatro menús de hamburguesas con papas fritas.

 

(Escenario 4): pasan 10 minutos mientras esperan la comida y aparece el camarero.

Camarero: Aquí les traigo los cuatro menús, que aprovechen.

 

(Escenario 5): Cenan y se van para su casa.

Carla: Paula estoy muy cansada, me voy a la cama.

Paula: Yo también me voy contigo.

 

(Escenario 6): Al día siguiente por la mañana.

Madre: ¡Niñas!, levántense que hay que desayunar y ducharse.

Carla: Sii, yo quiero leche Puleva.

Paula: Sii, yo también pero mientras vemos nuestra serie favorita Alf.

Madre: Cuando terminen se ponen las playeras, la crema del sol y dan un paseo al perro por la playa.

 

(Escenario 7): Las niñas llegan a casa llenas de arena.

Madre: Carla y Paula, ¡inmediatamente a lavar la ropa con Ariel!

Carla y Paula: Vaaalee mamá.

 

(Escenario 8): por la noche.

Madre: esta noche vamos a ir a la plaza, que está el portero favorito de Paula.

Carla: ¡Voy a subir a la habitación a decírselo!

 

(Escenario 9): Carla está sentada escribiendo en su diario.

Carla: Este ha sido el fin de semana tan entretenido que he pasado con mi familia.

 

(Escenario 10): Carla cierra el diario y se queda dormida.