Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

La mirada del pintor. Juan Manuel Medina.

Cuentan mis bisabuelos que en sus tiempos de juventud la vida era muy dura, y no como la que nos ha tocado vivir a nosotros, llena de comodidades y poco esfuerzo.

Ellos tuvieron que vivir una guerra civil, y allí fue donde nació una verdadera amistad entre ellos dos, aunque por desgracia tuvieron que combatir en bandos contrarios.

Sus nombres eran Bernardino y Francisco.

Bernardino procedía de una familia humilde que vivía en el campo. Era el mayor de nueve hermanos y para ayudar económicamente a su familia decidió ir a luchar en el bando republicano.

Francisco era también el hijo mayor, pero su familia era de clase acomodada. Entró en el ejército, como así lo hacían los primogénitos desde hacía varias generaciones.

Sus vidas convergen en una noche de batalla, cruel y sangrienta, cuando Francisco, que ostentaba el rango de teniente es abatido por el fusil del soldado Bernardino. Cuando aquel estaba moribundo, el instinto de su atacante, más que bélico, fue humano. Se acercó a él con humildad y arrepentimiento y atendió a sus lamentos de agonía.

Bernardino temía que sus compañeros se dieran cuenta de que había ayudado al enemigo, y con mucha astucia le cambio su uniforme por el de un soldado de su regimiento que yacía cerca de él. Con gran esfuerzo lo transportó a la enfermería para que lo atendiesen y junto a él pasó toda la noche sin dormir con el fin de que al recuperarse no lo delatara.

A la mañana siguiente Francisco, entre vendajes y grandes estruendos de bombas y tiros, despertó medio aturdido y dolorido. Bernardino aprovechó la ocasión para explicarle lo sucedido y como tenía que suplantar su identidad por la del oficial muerto. Así lo hizo Francisco.

Una vez acabada la guerra, el teniente regresa a su casa no como vencedor, sino como una persona arrepentida de una guerra sin sentido. A la vez que Bernardino regresa a la suya, no como vencido, sino con el deber cumplido de haber salvado una vida en una guerra sin razón.

Pasados los años, Francisco se interesa por buscar por toda la isla de Gran Canaria a aquel hombre de mirada afable y humilde, que le había dado la oportunidad de regresar con los suyos.

En los altos de Caideros, allí lo encontró, estaba labrando la tierra junto con sus hermanos y algunos vecinos. Su frente arrugada por el esfuerzo y el sol, y sus manos encallecidas por el sacho labrador. Pero sin reparo alguno, Francisco le extiende la mano con gran admiración y Bernardino, con su humildad ante el teniente Francisco se arrodilló.

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Esta es la historia que mis bisabuelos vivieron y con sus experiencias me han enseñado que las guerras no son más que manifestaciones de la miseria de ser humano y que hemos de luchar para construir la paz.



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