Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

miguelangelguelmi.escribe.narramos14@blogger.com



En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

La Mirada del Pintor. César González. Gáldar.

Estaba él, como siempre, en su despacho, no muy formal. Ropa de calle como si fuera a ir al mercado a comprar las frutas del día. No estuvo sentado ni cinco minutos para tener que escuchar nuevamente el irritante sonido de aquel teléfono de hace décadas.

 

            ̶ -Inspector Santillana al aparato. ¿Con quién habló?

            ̶ -Por fin ha llegado el día –decía una voz baja y ronca –hoy comienza el juego. Acabo de cometer un robo muy importante. Acuda inmediatamente al Museo del Prado, y contemple la belleza de ese cuadro, La Rendición de Breda. Qué bien pintaba Velázquez.

            ̶ -¿Quién habla? –repetía Santillana incesantemente.

            ̶ -Comienza el juego –soltó una ligera carcajada –acuda al lugar estimado, el tiempo corre.

 

Santillana no tardó tiempo en recapacitar sobre la llamada. Convocó a todo su equipo al despacho y los citó en el museo del prado en quince minutos.

 

Una vez en el Museo del Prado, Santillana se acercó al guarda del museo, y le mostró su placa de policía. El guarda, estaba atacado.

 

            ̶ -Lléveme al lugar donde desapareció el cuadro. –Comentó Santillana. –No hay tiempo que perder, espero qué no haya tocado nada. No tenemos tiempo como para desechar pruebas.

 

Una vez delante de aquella pared vacía por completo, de color escarlata, encontró, en el suelo,  una especie de papel arrugado tirado en el suelo. Santillana no quiso ni pensarlo, directamente lo mando a analizar al laboratorio de Ruth.

 

En menos de quince minutos, al inspector, le llegó un mensaje al móvil. Lo sacó y miro a ver de qué se trataba. Era el análisis de aquel papel. En el informé que recogió de aquel aparato decía:

 

<<Biblioteca Pública Nacional 4.8.56.19. >>

 

Santillana se quedó perplejo. Fue hacia la biblioteca pública, que se encontraba una o dos cales más abajo, pero a su paso, mirando por completo aquellos números de significado desconocido.

 

Entró en la biblioteca y pregunto en la recepción al mismo tiempo que mostraba su placa.

 

            ̶ -Policía, ¿podría decirme que significa esto que pone aquí? –decía mientras sacaba su móvil del bolsillo.

            ̶ -Muy fácil señor. Tenemos organizada la biblioteca en diez plantas, cada planta contiene…

            ̶ -¡Quiere hacerme el favor de decirme que coño significa los dichosos números! –Saltó el inspector exaltado y nervioso por la situación.

            ̶ -Cuarta planta, pasillo ocho, estantería cincuenta y seis, libro diecinueve. –Dijo la recepcionista nerviosa y asustada tras el sobresalto del detective.

 

Corriendo y a más no poder, subió el detective por las escaleras hasta la cuarta planta. Siguió las indicaciones de la recepcionista hasta encontrarse en la estantería número cincuenta y seis. Buscó echando largas ojeadas, el libro diecinueve, y lo encontró. Lo investigó de página a página hasta no poder más. De pronto, cayó una llave al suelo. Procedía del interior del libro, o eso dio la impresión. En el llavero figuraba una especie de clave: "MUS-P5/Alm."

 

Por deducción propia, Santillana se figuró que las letras MUS significarían "museo", y fue directo nuevamente hasta allí, ya nervioso de este dichoso juego.

 

Se acercó al guarda, y le enseñó la llave y esté le llevó a la puerta del museo a la cual correspondía dicha llave. Al cruzar aquella puerta, había un muro justo en frente, a unos 5 metros, Me adentré un poco en aquella habitación, y fue en cuestión de segundos, notar el frío de la boca de la pistola en mi nuca. Entonces supe, y como no darme cuenta antes, de que el ladrón había sido el propio guarda. Quien podría tener acceso sin que saltará una sola alarma a los cuadros del museo, porque puedo tener por seguro que aun no he visto a tal ladrón que consiga burlar dicho sistema de seguridad.

 

Apreté con fuerza mis parpados, y escuché el ruido de un disparó. Creí que me llegaba el fin, pero note como el cuerpo de la pistola se despegaba lentamente de mi nuca, y al cuerpo de aquel guarda se le iba desvaneciendo la vida.



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