Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



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Relato corto: El Citopeco. Judith Moreno Moreno (Gran Canaria)

              Aquel día en el parque, leyendo tranquilamente mi novela, se me acercó un niño de unos seis o siete años, aproximadamente, y me confesó que no tenía amigos. El pequeño se llamaba Damián y según él, vivía en un lugar llamado el Citopeco. Yo pensé, qué imaginación tienen los chicos de hoy en día, escuchan una palabra al azar y la transforman en mundos mágicos y fantasía.
       No conseguía creer todo lo que Damián soltaba de su boca, con una cara extremadamente seria, cualquiera que lo escuchaba hablar creería que está loco. Pues yo dejé mi novela a un lado y opté por seguir al niño hacia el lugar que él llamaba el Citopeco.
       La gente que me veía atravesar el parque con el libro bajo el brazo y siguiendo al niño, como si de un juego se tratara, s quedaba estupefacta. En menos que canta un gallo logramos salir del gran parque e ir a las afueras de la ciudad donde un bosque de inmensa espesura escondía una belleza exuberante de flores y animales de especies muy variadas. De pronto Damián empieza a emitir un extraño sonido con dos palos y hace un ritmo inquietante.. Cuando para, transcurren unos segundos y de la nada aparece un riachuelo y un puente precioso que dividía dos mundos en el paisaje. Al otro lado del puente no se veía nada, como si del abismo se tratara.
       Aquel chico había desafiado todas las ciencias posibles con su música. Damián me cogió de la mano y cruzamos juntos el puente. Y para mi desgracia, todo lo que dejamos atrás desapareció. Imaginando que era un sueño, comencé mientras Damián me enseñaba animales y plantas jamás vistas, y algo más extraño, él se comunicaba con aquellos seres mediante los palos y haciendo música.
       Pasadas unas cuantas horas le dije a Damián que sería mejor volver porque nuestros familiares estarían preocupados. Y ahí fue cuando el niño de siete años me contó su historia, pero creo que es mejor no recordarla, fue verdaderamente triste.
       Para olvidar aquel crudo momento que habíamos pasado, lo distraje un poco investigando por aquel mundo mágico y le pregunté que si no habían humanos. A lo que él me respondió que iban camino del castillo donde viven los humanos.
       Unos minutos después, llegamos al gran castillo y a la puerta nos esperaban ansiosos un chaval de más o menos mi edad y un señor y una señora con coronas.
       Yo cada vez me asombraba más, el niño no había mentido con nada y su misión era llevar a una chica para contraer matrimonio con el príncipe, y el destino me había elegido a mí.
       Todos intentaron convencerme con que me quedara y viviera allí el resto de mi existencia, pero yo no podía olvidar todo y desaparecer en una simple fantasía, por mucho que quisiera hacerlo, no podía. Corrí todo lo que pude y cuanto mis piernas me permitieron, claro. Llegué al puente y no conseguía recordar los sonidos, estaba perdida en aquel lugar sin retorno. Mis lágrimas no tardaron en caer al suelo y la tristeza convirtió aquella tierra en una pesadilla, fue horrible. Pero pronto, Damián consiguió alcanzarme y me pidió perdón, seguido de sonidos que hicieron aparecer la vida real, abracé a Damián y crucé el puente. Desde entonces no lo he vuelto a ver, ni me he aventurado en el bosque.

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