Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

miguelangelguelmi.escribe.narramos14@blogger.com



En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

¿Y si no es verdad? Leonardo Roque Bolaños

¿Y si no es verdad?   Leonardo Roque Bolaños.

 

Año 2012.

Leonardo Bellucci se incorporaba, dolorido, sobre un suelo totalmente devastado de su querida Florencia. Muchos otros cuerpos se levantaban, aturdidos, mientras que en otros ya no corría la sangre por su cuerpo.

Un cielo gris se expandía en su totalidad frente a él. Grandes colinas de humo intentaban alcanzarlo moviéndose sinuosamente, casi con timidez.

Leonardo, aturdido, empezó a oír los gritos de salvación por los supervivientes a la vez que otros gritos de agonía se superponían por los perdidos. Noticias nuevas llegaban a sus dañados oídos: Roma había sido completamente destruida. El Vaticano caía en llamas con el Papado en su interior. Italia entera había explotado, al igual que otros países en el resto del mundo. Sin embargo, solo una frase de las que había oído le cayó como un martillo: Fin del Mundo.

Fin del Mundo. Estremecedoras palabras. No hacía siete días, Leonardo celebraba su decimoséptimo cumpleaños con sus buenos amigos. Diecisiete años de vida. Y ahora el mundo se acababa. No era posible.

Vio a un chico corriendo y predicando el Fin de su querido mundo. El chico tendría unos veinte años, alto y de pelo negro. Uno de los cinco supervivientes que contó Leonardo en diez kilómetros a la redonda, ya que la explosión o lo que diablos fuera no había dejado edificio en pie, lo que le permitía a Leonardo ver mucho más lejos. Cuando pasó al lado suyo, le cogió del brazo, y desesperadamente, le preguntó:

     Amigo. Dime. ¿Qué ha ocurrido?

El otro, se quedó pálido y desconcertado al principio, pues, al ver el aspecto de Leonardo había pensado que se trataba de uno de los millones de muertos que habían esparcidos en el suelo.

     Oh... otro superviviente. ¡El Fin del Mundo, tío! Veintiuno de diciembre, ¿lo captas?

     Y... ¿No ha podido ser la tercera Guerra Mundial o algo así por el estilo?

     ¡Qué va! Nos han llegado noticias de otros lugares del país. Sólo quedan treinta humanos en este mundo, ¿lo captas? Sólo treinta, de seis mil millones. Nadie ha atacado. Ha sido la Voluntad de Dios.- Dijo, le brillaban los ojos cada vez que nombraba a Dios. Pero Leonardo no creía que se hubiera inventado lo de los supervivientes, por lo que debía de ser cierto.

 

<<Este tío no estaba bien de la cabeza>> Pensó Leonardo. De repente, un pensamiento pasó fugaz por su cabeza, seguido de un agudo dolor en su corazón. Su familia. Sus amigos. Habían muerto todos.

Ese fue el detonador. Ya Leonardo no era capaz de ver nada, de oír nada, de sentir nada. Caminó entre la masacre, sorteando cadáveres para encontrarse con otros. De pronto, un gran haz de luz blanquecina apareció de la nada, probablemente para terminar su trabajo. Volvía enfurecida a quitarles la vida a los últimos treinta pasajeros del largo vuelo de la vida humana.

Cuando ya sentía el haz justo encima de él, cerró los ojos. No estaba asustado. Iba a reencontrarse con sus padres, sus abuelos, su familia, sus amigos.

Leonardo Bellucci despertaba bruscamente en su cama por culpa de una horrenda pesadilla. En ese momento sus dos hermanos, Petruccio y Giovanni, entraban en su habitación con dos paquetes en sendas manos, y a la vez, decían:

     ¡Feliz cumpleaños, papa con patas! ¡Ya son diecisiete años!

Para ser sinceros, a Leonardo la idea de cumplir diecisiete años ya no le agradaba.

Después de que sus hermanos le dieran los regalos, Petruccio le dijo.

     ¿Sabes Leo? Dicen que en seis días se acaba el mundo.- Dijo sarcástico, riendo.

Giovanni se echó a reír y adjuntó a su hermano:

     ¡Sí! Así que, ya sabes ¡Ve despidiéndote de tu novia!

Los hermanos salieron de la habitación. Leonardo, asustado, se preguntó: ¿Y si es verdad que el mundo se destruirá? ¿Y si no es verdad eso de que el Fin del Mundo son tonterías de la gente solo por conseguir popularidad? En seis días lo sabría.

1 comentario: