Estaba un niño paseando a su perro por toda su urbanización. Donde cada tres pasos se oía el ladrar de otro perro y así iba avanzando hasta llegar a una zona que la llaman el montito. Ahí se reúnen varios niños, niñas y mayores de la zona, juegan, charlan pasando un rato agradable.
De repente el perro comienza a correr y el niño no puede casi seguirlo, hasta que se para en un terraplén, ahí hay un árbol que jamás había visto con un aroma muy dulce parecido al jazmín, tiene unas bolitas parecidas a una pomarrosa y se encuentra a una ardilla comiéndolas, está disfrutando del manjar. El niño toma aliento y el perro intenta juguetear con la ardilla, ya que ésta está absorta con la bolita. Ante la pasividad e interés de la ardilla, el perro abandona jugar con ella, por fin el niño puede continuar el paseo hasta el montito.
Al llegar al sitio, el niño se encuentra con otros amiguitos y les cuenta lo sucedido. El perro corretea y juega con otros perros. Y… una pelota, ésta tras un patadón sale volando hasta un banco donde se encuentran abuelas comentando algo en un libro. El niño corre a coger el perro pues tiene miedo que salga fuera a la vía y comienza a oler el aroma de aquellas bolitas aunque no las ves.
Las abuelas continúan leyendo y tomando fresas con caramelo. El niño piensa que el aroma viene de ahí. Se acerca, saluda a las abuelas, éstas le ofrecen un poco y cuando las tomas se da cuenta que no son las fresas con caramelo lo que es el aroma, es el perfume de las abuelitas, su curiosidad llega a preguntarle a las abuelitas que perfume es, ellas muy risueñas les cuenta: que hay un árbol con unas bolitas parecidas a las pomarrosas donde ellas en primavera toman sus semillas y sacan ese dulce aroma que ellas denominan. Elixir de rosas.
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