Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

miguelangelguelmi.escribe.narramos14@blogger.com



En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

Mi historia Isabel García Ortega

La tranquilidad procedente del sonido de las olas las cuales a su vez rompían el silencio de la noche, hacían para Mery, uno de los paisajes más agradables de toda su localidad.
Mery, era una chica en plena adolescencia. Era alta y de andar decidido, su cuerpo estaba perfectamente definido y su cabello era de un castaño oscuro a una altura media de los hombros. Tenía una mirada seria y penetrante y un carácter fuerte, sin embargo, era a la vez comprensiva y dulce. Para sus amigos, Mery era tan cambiante y extraña como los asuntos que solía tener entre manos. A corta edad, nació en ella una increíble necesidad y curiosidad por temas paranormales y sus consecuencias. El hecho de que Mery estuviera en aquella playa solitaria aquella noche, era a causa de una de sus investigaciones. Había oído rumores, extraños y macabros sucesos que acontecían en esa misma orilla donde ella tranquilamente contemplaba el reflejo del cielo nocturno y sus luces en la superficie marina. Comenzaba a hacerse tarde, Mery era mayor, pero no lo suficiente, tenía un horario de llegada a casa, y este estaba a punto de finalizar. Se levantó de la húmeda arena, se sacudió un poco el pantalón vaquero que llevaba y se dio la media vuelta dispuesta a tomar el camino de vuelta a casa. Tuvo una extraña sensación, un escalofrío recorrió su espina dorsal, dejándola totalmente petrificada. Para ella, esta era una nueva sensación, este tipo de cosas, no le habían ocurrido antes. Por primera vez en 15 años, Mery, tenía miedo y maldecía su propia curiosidad. Hacía frío, pero eran tantos los nervios frente a aquella situación que su cuerpo entero sudaba. Pensaba si darse la vuelta y enfrentar lo que estuviera allí, o jugársela y correr lo más rápido que pudiera. No se lo pensó más, estaba allí para descubrir, y fuere cual fuere el resultado, no se iba a echar hacia atrás. Temerosa pero decidida se dio la vuelta para enfrentarse a su miedo. Para su sorpresa, lo único que encontró fueron pequeñas huellas siguiendo las suyas. Mery decepcionada, se dio la vuelta ignorante de lo que iba a ver. Una joven niña, estaba parada frente a ella, no se le veía la cara y sus ropas estaban completamente destrozadas. La joven investigadora, salió corriendo, pues ya sabía a la historia a la que se estaba enfrentando, no solo por los rumores previamente escuchados. Ciega y presa del pánico huyó hacia donde sus pasos la llevaban, hasta darse cuenta de que inconscientemente se había dirigido a un callejón oscuro. No era a ese espíritu infantil a lo que Mery temía, si no a la sensación de dolor, muerte y desesperación que esta transmitía. La adolescente, parada en mitad del camino, comenzó a tener de nuevo ese temor, y desde lejos oía su nombre, como si fuese el viento quien lo silbara. Sabía que se había metido en la boca del lobo, y solo le quedaba seguir corriendo. Mientras huía pudo avistar al final del camino una extraña luz parpadeante. Frenó en seco. Estaba acorralada, se ahogaba, y aunque quisiera, no podía huir. La niña se acercaba a ella cada vez más, ya podía sentir su fría esencia en su cuerpo, y la luz ayudaba a la cría a acorralar a Mery. Ella estaba asustada, no tenía hacia donde huir. Una mano putrefacta se acerco a ella y se posó en su hombro, había llegado el momento, quería gritar pero se ahogaba en su propio miedo. La cabeza de la niña comenzó a acercarse cubierta por sus desaliñados cabellos. Mery, que era atea, solo se le ocurrió cerrar los ojos y rezar todo lo que supiese. Muchas partes de su cuerpo, todavía siguen desperdigadas por aquella playa, de la que en teoría, había huido

No hay comentarios:

Publicar un comentario