Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

miguelangelguelmi.escribe.narramos14@blogger.com



En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

Ismael y Beatriz. La pepsi caducada. A.G.

     La hora del concierto se aproximaba y todavía Alaska no había empezado a preparar. Se acababa de despertar de una larga siesta, para la cual había desconectado el móvil y todos los teléfonos de la casa.

     Cuando se incorporó en el borde de la cama y miró el móvil, vio que tenía 225 llamadas perdidas de su manager, quién venía a buscarla en una hora a su nueva casa. Ya que la artista se había retirado al campo a vivir para estar en contacto con la naturaleza.

     Godofredo despierta, le dijo a su caballo percherón que junto con Bartolo su pastor alemán eran la compañía que tenía desde que dejó la ciudad y se separó de Mario.

     Mientras los animales de compañía se iban despertando, ella se dirigió a darse una ducha rápida, dado que el tiempo se le echaba encima. Desde que comenzó a ducharse notó que la presión del agua no era la normal, pero el horror llegó cuando tenía la cabeza enjabonada y el agua se acabó por completo. Como pudo se secó y recordando su vieja época de los 80 se hizo un peinado con super tupé. Para terminar de despertarse, buscó una pepsi que le quedaba en la maleta que siempre llevaba a los conciertos. Comenzó a beber y al principio no le supo nada bien, pero ella pensó que era porque le faltaba frío, así que bebió hasta la mitad y el resto se lo dio a beber a sus mascotas.

     Marcó el móvil de su mánager, para decirle que ya estaba lista, pero de su boca lo único que salían eran ladridos. La pepsi caducada intercambió los papeles. Cuando el manager se presentó en casa, no podía creerse aquel panorama. Vio como el cuerpo de Alaska no paraba de ladrar y de rascarse la cabeza, vio como el pastor alemán no paraba de relinchar y por último observó como el caballo estaba hablando con él.

     No podemos suspender el concierto, así que nos vamos todos. Exclamó el manager.

     A las diez de la noche en la plaza de las Ventas de Madrid, Alaska hizo el mayor playback de su vida. En el escenario se encontraba su cuerpo pero justo detrás del escenario se encontraba la auténtica Alaska con forma de caballo dando su mejor versión. 

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