Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

LA BEBIDA ENERGÉTICA. Mélani Jordán Reyes. Gran Canaria.


Una chica de 16 años llamada Amy, vivía en una ciudad muy moderna en la que tenía muchos amigos. En pocos días su familia y ella tendrían que mudarse de casa a un pequeño pueblo, debido a un trabajo mejor para el padre.

Amy estaba triste porque al cambiar de casa iba a tener que empezar de cero y conocer gente nueva.

El viaje se le hizo eterno. Lo único que hacía era pensar en sus viejos amigos y que sería de ella de ahora en adelante.

Cuando llegó, vio una pequeña casa blanca, con un tejado marrón. Era una casa con aspecto cálido y acogedor. Su habitación se encontraba en el segundo piso. No era muy grande, pero a ella le gustaba. Colocó sus cosas en el ropero y en la cómoda y puso las cosas de clase encima del escritorio. Luego fue a dar un paseo para ir adaptándose a aquel sitio desconocido al que se había mudado que sería su nuevo hogar.

Detrás de su casa había un gran bosque verde y húmedo. Amy se adentró en el bosque y encontró una cabaña no muy lejos de su casa.

La madera que formaba la cabaña estaba estropeada y húmeda. La cabaña parecía abandonada. Al tocar en la puerta para ver si se encontraba alguien en su interior, la puerta se abrió sola. Lo único que había dentro eran una mesa y una silla viejas en mejor estado que la cabaña. Se hacía de noche, así que volvió rápidamente a la casa antes de que sus padres se enfadasen por volver tarde. Pero de ahí en adelante ese sería su lugar para pensar.

Al día siguiente, en su primer día de instituto, se sentía bastante apartada porque no conocía a nadie. Al principio de las clases todo el mundo le miraba y hablaban sobre ella. Eso le hacia sentir muy incómoda.

En la hora del descanso un chico se acercó a Amy.

-¡Hola! Me llamo Max. ¿Eres Amy, la hija de la familia nueva que se ha mudado al pueblo, verdad?

Extrañada porque un chico al que no conocía supiera todo aquello, le contestó.- Sí, soy Amy -. Se percató de que en un pueblo tan pequeño era normal que las noticias volaran, y una familia nueva en el pueblo era una novedad.

Max le presentó a todos sus amigos y amigas.

Amy estaba muy contenta porque había conocido a gente nueva y sabia que ya no se iba a sentir sola.

Al día siguiente Amy se puso con sus nuevos amigos, compartiendo sus aficiones, etc.

Había una pequeña tienda no muy lejos de su casa donde se la compraba. Sus amigos no la compraban nunca.

Al tomarse la lata de Kas tenía el mismo sabor que ella recordaba, pero no le sentaba igual. Sentía que le daba energía. Creía que como le gustaba tanto el sabor le cambiaba el estado de ánimo.

Cada vez que podía, Amy se compraba una lata de Kas porque le sentaba muy bien, pero cuando iba a comprarla a la tienda, la dependienta le miraba raro, como si estuviese esperando algo.

A la mañana siguiente, al llegar del instituto y haber comido, vio a su padre en el jardín cortando troncos de madera para el invierno que estaba a la vuelta de la esquino, y decidió ayudarle. La repuesta del padre fue que no, porque se podía hacer daño.

Amy se enfadó bastante porque su padre creyese eso, y le dijo que iba a dar un paseo.

En ese momento recordó la cabaña que había encontrado en el bosque, no muy lejos de allí. Así que decidió ir.

Iba muy deprisa y llegó antes de lo normal, pero del enfado no se dio ni cuenta.

Al ver la cabaña enseguida recordó el primer día de su nueva vida en aquel pueblo y sintió un escalofrío. Se sentó en la silla que había en el interior de la cabaña y se puso a pensar en la pequeña discusión que había tenido con el padre. Se percató de su mal comportamiento hacia el padre y estaba muy arrepentida, así que, después de un buen rato de meditarlo decidió ir a pedirle perdón al padre.

Al llegar a la casa no había nadie. Vio una nota encima de la mesa de la cocina que había escrito el padre:

-He ido a comprar. Volveré tarde.

Al terminar de leer la nota vio los troncos que había estado cortando el padre esa misma tarde y quiso probarse así misma. Colocó el tronco y al cortarlo con el hacha se quedó perpleja. Lo había cortado como si fuese mantequilla. No se lo podía creer. Desconcertada, quiso comer algo rápido e irse a la cama, pensando que todo aquello había sido alucinaciones de ella, así que cogió lo mejor que le sentaba. Una lata de Kas.

Esa noche tuvo sueños muy raros. Eran de superpoderes y cosas inimaginables.

A la mañana siguiente quiso creer que todo era un sueño, pero al ver los troncos que ella misma había cortado con extrema facilidad la noche anterior, era imposible.

Amy no se daba cuenta de que lo que en realidad le estaba cambiando era las bebidas de Kas que estaba continuamente bebiéndo. Le están enganchando como si fuese una droga.

El instituto se encontraba a dos kilómetros de su casa y al quedarse dormida se le había escapado la guagua, pero ella de todas formas se echó a correr. Tenía energía como para estar corriendo un día entero y sentía que cada vez corría más y más rápido. Estaba muy asustada por todo lo que le estaba ocurriendo…

De camino al instituto, Amy empezó a oler a quemado y vio que salía humo del interior del bosque. No pensó en otra cosa que en ver qué pasaba y se adentró en su interior. Llegó enseguida debido a sus nuevas facultades y vio que lo que ardía era una casa.

Estaba muy asombrada y no sabía qué hacer, pero desde el momento en que oyó a un niño llorando, no dudó ni un segundo en entrar a salvarlo.

Al abrir la puerta, una gran explosión la lanzó hacia atrás, pero al levantarse no tenía ningún rasguño. No se paró a pensar en lo extraordinario que era todo lo que le estaba sucediendo y corrió rápidamente hacia el interior de aquella casa en llamas.

Al entrar en la casa lo veía todo rojo, ya que caminaba por encima de las llamas sin quemarse.

Volvió a oír el llanto de un niño en una de las habitaciones del piso superior. Fue lo más rápido que pudo y al abrir la puerta vio que el niño estaba inconsciente y se había metido dentro del ropero para protegerse. Lo cogió en brazos y lo abrazó para que no se quemara. Saltó sin pensarlo por la ventana, ya que no sería ningún problema para ella. Al aterrizar encima de la tierra húmeda, se oyeron crujidos en sus pies al apagarse el fuego de ellos. Enseguida se percató de que el jardín estaba plagado de bomberos y policías que intentaban apagar el incendio antes de que se extendiera. Se quedaron atónitos al ver el salto que pegó Amy del piso superior sin ningún problema y al salir de una casa en llamas sin ninguna quemadura.

Amy, al ver el espectáculo que se había formado, dejó al niño en el suelo y de un salto desapareció de aquel sitio, huyendo de todas aquellas personas que la utilizarían para hacer. No la volvieron a ver en mucho tiempo.

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