Una tarde cualquiera
Había salido a dar una vuelta junto a ella, estaba contento de estar a su lado. Da igual lo triste o lo mal que esté, ella cambia mi estado. Pues estábamos caminando por Las Canteras, eran las seis o siete de la tarde, no había mucha gente, por lo que tomé su mano y fuimos juntos el uno del otro. La tarde era preciosa, el sol era de un color anaranjado y pocas nubes lo tapaban. Seguimos caminando por la avenida, hasta que nos cansamos, por lo que nos sentamos en el muro. Empezamos a hablar, mientras veíamos la puesta de sol, lo repito otra vez, seré un pesado, era preciosa, el agua reflejaba los últimos rayos del sol, se veían las olas rompiendo bajo nosotros, haciendo un sonido casi rítmico. A mi me gustaba mucho, es como si delante mía estuviera una obra de arte pero no tenía marco y no estaba colgada en ninguna pared de ningún museo. Simplemente estaba justo delante de mis ojos, solo pude pararme a contemplar toda esa belleza. Me giré a mi derecha, ahí estaba ella, separada de mí como medio metro. Mirando el atardecer, entonces, pasé de la puesta de sol, ella era más preciosa. La brisa le movía el pelo de una forma que parecía que la acariciaba, dejando su preciosa cara al descubierto. Una imagen que nunca podré olvidar, verla así me puso nervioso, porque pensé que una chica tan guapa como puede estar con un muchacho como yo, pero así es la vida, esa es mi explicación. Pero más me sorprendió fue que cuando más embobado estaba mirándola, se gira ella, se acerca hacia mi y me besó. Yo no daba crédito a lo que ocurría, ya llevaba un tiempo con ella pero la vi diferente. Por lo que esa tarde, para mi, no fue una tarde cualquiera.
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