Maldito viernes.
Nunca pensé que fuera tan difícil encontrar la felicidad añorada.
He sido tan vulnerable durante todo este tiempo... he estado tan triste que ya no me asusta nada.
Pensándolo mejor sí que quizás me asuste luchar... pues siempre he sido una cobarde.
Quizás me asuste querer... pues nunca me han querido.
Puede que me asuste que jueguen conmigo... pues siempre lo han hecho y salgo herida.
Tengo miles de cicatrices sin curar... tengo millones de lágrimas que quieren salir.
Lucho contra ellas pero es inútil...
Comportarme como una auténtica cobarde es lo que tiene... ellas me vencen, las lágrimas brotan y recorren mi cara... hasta que se pierden en mi barbilla.
Una tras otra van cayendo al suelo.
Sin saber qué sentido tiene llorar, sigo llorando... aunque eso no solucione nada.
Y lo sé, sé que por más que llore, por más que me arrepienta, por más que diga o me prometa a mí misma que no volveré a equivocarme de nuevo, que no volveré a tropezar con esa misma piedra... sé que nada de esto solucionará nada, que por más que lo intente lo único que me alivia el dolor es llorar, seguir llorando...
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