Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



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Relato Sobre El Mar. Brian Matias Perdomo Martín 4c

Enamorado del Mar


Ya de pequeño, su madre solía llevarle a la playa cada mediodía, a esperar el regreso de la barca de su padre. Desde el primer día le gustó a Joselu esa criatura azúl y cambiante en la que su madre solía sumergirle, bien agarrado por las axilas, para a continuación envolverle en una toalla y sentarle en la arena, al sol. Joselu disfrutaba mucho con ese sabor a sal que se le quedaba en la piel tras sus baños, con ese perfume marino que se resistía abandonar su cuerpo.
Agua y sal, sol y brisa, todo parecía relacionado con el mar.
Las innumerables conchas, cristalitos y piedrecitas que recogía en sus paseos por la orilla le parecían trocitos de ese alma oceánica que es infinita, pedacitos de un corazón que latía en cada ola. Cuando, ya en su casa, dormía, las conchas que guardaba bajo la almohada le permitían seguir oliendo el aroma de ese mar que era padre y madre, le transportaban a sueños azules entre profundidades siempre en movimiento.
Más tarde, comenzó a acompañar a su padre cuando éste se iba de pesca. Aprendió los secretos del océano, a respetarle, temerle y amarle como hacen todos los pescadores, a agradecerle esos hijos que cada día les ofrecía y que eran el sustento de su familia. Pasó incontables horas al sol subido en la barca, mirando ese mundo misterioso que parecía más mundo que el otro.
Siempre tuvo Joselu la impresión de que la tierra se estaba demasiado quieta...
Pasaron los años, raudos e imperceptibles, y fue él quien se convirtió en pescador. No había mañana en que, casi al amanecer, no apareciera la silueta de Joselu andando por el espigón hacia su barca. Ni siquiera en los días de lluvia faltó él a su cita. En esas ocasiones no sacaba la barca, simplemente se quedaba sentado en la playa, con el sombrero calado hasta la nariz, mirando fijo la unión entre el agua de arriba y la de abajo.
Todos los del pueblo lo decían, ese hombre no podía vivir sin el mar.
Joselu se fue haciendo viejo, azotado por muchos años de sol y agua salada. Nunca se casó, el mar es una amante celosa que no permite infidelidades. Y Joselu era el más fiel de los amantes. Cuando ya no tuvo fuerzas para sacar la barca, se conformó con ir cada día a la playa y cada tarde al paseo marítimo, donde se acodaba sobre el muro de piedra y pasaba las horas muertas mirando su mundo. La gente se reía de él, aunque sin mala intencion,  solo era un pobre viejo enamorado del mar. Todos le conocían, todos sabían y repetían que Joselu no era capaz de vivir sin el mar. Por eso a nadie le extrañó que un día unos pescadores encontraran la barca de Joselu en mitad del mar, vacía, balanceándose plácida entre las olas.
Joselu era muy viejo, estaba un poco enfermo, y ya se sabe, quien vive por y para el mar no puede encontrar mejor tumba que ese mismo mar que tanto amó y del que ya nadie podría separarle núnca

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