Aquel día fue el peor de mi vida. Desde que nos conocimos en aquella cafetería accidentalmente, no nos hemos separado nunca, hasta hace cinco meses. Le habían ofrecido un trabajo de administrativo en Francia , y como están las cosas, hay que aceptar cualquier oportunidad que se nos ofrezca. Él estaba muy ilusionado, pues le entusiasmaba la idea de aprender idiomas, pero yo no. Me entristecía el hecho de no verle durante un tiempo, de no oir su risa cada vez que me tropezaba en la calle. Todas las noches recuerdo en sueños ese horrible momento, en el que nuestros caminos se separaron. Me pidió que sonriera pero... ¿Cómo iba a sonreír si el motivo de mi felicidad era él y ahora se esfumaba? Quizá no lo comprenda, pero llevo enamorada de él desde que me ayudó a recoger las monedas que se me cayeron al suelo.
Estábamos allí, en el aeropuerto, frente a frente, esperando a que le avisaran para entrar. Sin saber ni como sucedió nuestros labios estaban a pocos millímetros, casi rozándose, hasta que de su boca salió un "Te amo" tímido, y antes de que hablara, me calló con un beso. Nos miramos. Nos dimos un abrazo grande, tan grande como lo que sentíamos el uno por el otro. Y ahí fue cuando me di cuenta de que la vida es una mirada.
Estábamos allí, en el aeropuerto, frente a frente, esperando a que le avisaran para entrar. Sin saber ni como sucedió nuestros labios estaban a pocos millímetros, casi rozándose, hasta que de su boca salió un "Te amo" tímido, y antes de que hablara, me calló con un beso. Nos miramos. Nos dimos un abrazo grande, tan grande como lo que sentíamos el uno por el otro. Y ahí fue cuando me di cuenta de que la vida es una mirada.
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