Cae la tarde en la ciudad. Un sinfín de niños juega en los alrededores de un parque repleto de árboles cuyas hojas empiezan a adquirir un color amarillento y rojizo. Es otoño. Los padres de los críos comienzan a avisarles de que es hora de volver a casa para cenar. Entre ellos están, sentados en un banco de madera, don Papá Pitufo y doña Rogelia, que aguardan a que su hijo termine de jugar con unos amigos.
De repente, un hombre se les acerca. Está bien vestido, pero tiene expresión de cansancio. Su cara les recuerda a alguien y, finalmente, se dan cuenta de que se trata de Jordi Hurtado, el eterno presentador de televisión. Se dirige a ellos con un cartón de vino tinto Don Simón y les invita a tomar un trago. Doña Rogelia y don Papá Pitufo, estupefactos, declinan el obsequio, pero comienzan a hablar con él, interesados en el porqué de su presencia allí.
"Me ha dejado, me ha dejado como a un perro" –se repite una y otra vez el presentador mientras toma varios sorbos de vino. "Ha cogido ese avión y sé que nunca más la veré" –se lamenta. Sus interlocutores empiezan a comprender que ese hombre solitario sufre de mal de amores. Su bella mujer lo ha dejado y se ha ido a Alemania en busca de aventuras y mejores oportunidades y él se quedará aquí, solo y afligido, viviendo una vida que nunca quiso tener. Cae una hoja de un sauce llorón.
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