Soraya Pérez, expresidenta de una empresa internacional, finalizó su mandato envuelta en una espiral de odio y amenazas que la llevaron a recibir terapia.
En una de sus visitas al psicólogo, ambos llegaron al acuerdo de realizar un cambio drástico en su vida. La primera idea que les asaltó, fue realizar un curso de cocina. Tal fue el entusiasmo, que sin perder un segundo cogió su coche y se acercó a su casa para llamar e inscribirse.
El día llegó, Soraya comenzaba el curso de cocina de Carlos Arguiñano. La experiencia estaba siendo mágica. Todos sus temores y paranoias comenzaban a difuminarse. Las ganas de aprender la inundaban hasta tal punto que se colaba dentro de la escuela de noche.
El 15 de septiembre, saltó por la ventana. Era la noche anterior al gran examen y ella quería distinguirse entre los demás. La receta que le llevaría al triunfo era pollo al horno. Se encargó de preparar todos los utensilios pero le faltaba el ingrediente principal, el pollo.
Comenzó a recorrer los largos y oscuros pasillos en los que predominaba el silencio roto por sus pasos, hasta que llegó a la cámara de congelación. Ella conocía el peligro que suponía entrar sola, pero era tal su afán, que entró. La puerta se cerró. Ya estaba dentro, sin opción a salir. Golpeó y gritó sin parar, estaba sola, sin nadie que le pudiera ayudar. Las lágrimas invadían su cara y su respiración se paraba.
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