En una noche oscura de invierno, Bea, una joven aventurera se dirigía a un pueblo lejano. Debido a la niebla dejó atrás el desvío que la llevaba a su destino y se adentró en una carretera desconocida en medio del bosque. Cuando se dio cuenta de su error bajó del coche para intentar buscar ayuda. Caminó entre los árboles y llegó a una zona donde ya no había. De repente se topó con algo grande y se dio cuenta de que era una lápida que estaba abierta, miró en su interior y sólo había un anillo de oro. Lo cogió y se lo colocó en el dedo, cuando justamente empezó a llover. Corrió en busca de refugio y llegó a una cueva. Estaba todo muy oscuro así que comenzó a palpar la pared para comprobar que era segura y cuál fue su sorpresa al notar que no estaba sola, había alguien allí. De pronto, sintió como le apretaban el cuello al mismo tiempo que rebuscaban en sus bolsillos, cayó en la cuenta de que la persona que estaba allí con ella buscaba el anillo.
Intentó explicarle que lo tenía en el dedo, pero apenas podía respirar, mucho menos hablar. En un momento de lucidez aplicó las técnicas que sabía de defensa personal y consiguió zafarse de aquellas manos que intentaban asfixiarla. Sus ojos ya se habían acostumbrado a la penumbra por lo que no le costó encontrar el camino de vuelta hasta su coche. Logró huir con el anillo, pero lo que no sabía era que ahora su vida corría un grave peligro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario