Aún recuerdo aquel verano y los hechos acontecidos en aquella casa. Era la casa de mis difuntos abuelos, y toda la familia se había reunido allí. Entre nosotros se encontraba mi hermano Roger. Roger era un adinerado empresario, y debía toda su fortuna al gran negocio que había montado en Internet, en una página de venta de coches de segunda mano.
Esa mañana, él había salido al jardín a tomar aire fresco. Se acercó a un imponente árbol, cargado de exuberantes frutos tropicales. En ese momento, al rozar con sus dedos las ramas, el estruendo de un disparo retumbó en el silencio.
Habían matado a mi hermano, y nadie nunca supo la razón. Sin embargo, ayer todos nos enteramos del motivo de su asesinato. Al parecer, aquella página de venta de coches usados servía de tapadera para una enorme red de tráfico de drogas.
Desde que conocí la noticia estoy inquieto, y es que desde hace unos meses dos hombres me acechan, me vigilan. No sé qué querrán de mí, pero creo que me persiguen.
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