El día anterior a la huelga de estudiantes, cinco niños se juntaron en grupo para decidir las acciones que llevarían a cabo. Llenos de historias y de libros, algún informe de la esperanza de la liberación que traerían consigo las consignas de y el cómic V de Vendetta, votaron actuar por fin.
Compraron botes de pintura, se proveyeron de máscaras y acudieron a la manifestación estudiantil, al día siguiente. De la protesta les echaron por niñatos. Ellos, obedientes y pacíficos, emprendieron la retirada y se sentaron a pocos metros junto a un muro donde muy artísticamente hicieron una pintada donde figuraba la hermosa A de su utopía.
Un grupo de policía secreta los detuvo, los llevó al cuartelillo bajo insultos y amenazas. Les quitaron las máscaras y los botes para hacer cuidadosamente las fotos de las pruebas incriminatorias. La impoluta autoridad tuvo un día redondo y demostró una vez más mucha valentía y cumplimiento del deber. Abrieron una denuncia. Una vez en el juzgado a unos cientos de metros, un menor golpeaba a su madre porque no le compró la play. Más allá un menor traficaba con drogas, O un grupo de adolescentes riéndose del secretario: No hay problema, vamos a divertirnos con este payaso, no pasa nada—decían algunos. Al otro lado, un grupo planeaba desvalijar los coches aparcados en las calles durante la noche. El día que nuestros protagonistas fueron a declarar ante el fiscal de menores, los hicieron esperar más de seis horas de la cita fijada. A nadie le importó que observaran la cara oculta de la luna. Quedaban muchos juicios sin resolver. De todos los menores que por allí pululaban entre Policías y funcionarios de justicia, que solo habían hecho una mísera pintada y que los policías habían maltratado empujado e insultado, los únicos asustados eran ellos.
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