Todo comenzó una tarde cuando Ismael se entontró con su amiga María, y quedó sorprendido al verla, parecía estar mucho más delgada, además su rostro había perdido esa sonrisa tan peculiar al igual que sus ojos que transmitían dulcura allá donde iba, parecía estar en defenitiva con un malestar profundo.
Me dirigí hacia ella para saludarla y charlar con ella, llevaba tres semanas sin verla. Le di la mano para saludarla, un gesto muy típico entre nosotros y para mi asombro reaccionó de una forma algo brusca y se marchó diciendome que tenía prisa. Todo esto me pareció muy raro, ya que su actitud hacia mi no era normal, yo sabía perfectamente que esas marcas eran heridas de ahí mi preocupación.
A la mañana siguiente en el instituto consulté lo que me había ocurrido el día anterior al psicólogo del centro y me alarmó mucho cuando mencionó el transtorno de la anorexia. Rápidamente informe a sus padres por el problema y efectivamente ese comportamiento tan extraño también lo hacía en su casa, entre otros comportamientos, pasaba mucho tiempo en el baño. Todos nos dimos cuenta de la gravedad de la situación y me ofrecí a ayudarlos en todo lo posible, ya que este problema es muy difícil de tratar y cada vez con más afectados. Finalmente después de varias charlas con María la convencimos para que se tratara el problema pero nos costó mucho convencerla, pues según ella no era capaz de reconocerla, de ahí la gravedad de este problema.
Después de varios meses de que María estuviese bajo tratamiento superó el problema y volvió a ser la misma de siempre, tanto conmigo como en su casa, volvió a ser esa chica con esa mirada dulce y esa sonrisa resplandeciente.
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