Desde detrás de las ruinas acudieron dos jóvenes muchachas que caminaban con paso ligero y seguro. En un segundo la turba se abrió, retrocedió, se hizo más dispersa.
Las muchachas sonreían, con una mueca de aprobación en su boca y enseñando sus brillantes dientes; sus ojos brillaban de admiración y repulsión.
-¿Acabaste con él, maestro?- Preguntó la más rolliza de las muchachas.
-Si Aquira, terminé con su miserable vida- respondió el brujo -Moetar, ¿podrías entrar y recoger los restos del basilisco?
-Faltaría más maestro- empezó a caminar, pero cambio de idea y preguntó- Maestro, ¿qué hago con los colmillos?
-Cógelos, los necesitaremos-.
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