Ese extraño vecino del quinto.
Allí estaba yo, en mi cuarto. Acostado sobre mi cama en busca de algún entretenimiento. Intentaba dormir pero no me dejaban. Mi vecino volvía a atacar con sus ruidos.
Todas las noches hacía exactamente lo mismo, llegaba de trabajar y comenzaba su estruendoso concierto. Primero subía a toda prisa las escaleras y se paraba delante de su puerta. Tenía la manía de dar fuertes golpes en ella, porque decía que si había alguien dentro huiría y él podría ahorrarse un gran susto. Tras estar seguro de que esa persona habría salido huyendo, abría la puerta y dejaba que ésta chirriara durante eternos segundos, o sea, se aseguraba de que todo el edificio supiera que había llegado a su puerta. Más tarde, rodaba muebles de un lado hacia el otro como un loco durante al menos treinta minutos, pues quería tener armonía en su casa.
Cuando todo parecía haberse calmado, mi vecino salía de su casa y venía a tocarme pero nunca le abría. No porque le tuviese miedo, sino porque era muy raro. Nunca hablaba con nadie, pero todas las noches venía a mi casa en busca de compañía. Decía que le daba miedo la noche.
Cuando conseguía quedarme dormido, escuchaba un ruido espantoso dentro de mi cuarto. Entonces, me desvelaba rápidamente. No me levantaba de la cama, o sea, me quedaba quieto, tenía miedo.
¿Estás durmiendo o te has despertado? - escuchaba siempre.
Entonces mi corazón volvía a latir. Reconocía la voz. Mi vecino había entrado a mi habitación por la ventana, en busca de alguien que venciera sus miedos nocturnos. Ya estaba acostumbrado a mi extraño vecino del quinto.
O.C.A
O.C.E
O.C.D
O.C.C
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