Por fin me había ido de la fiesta. No era un lugar hecho para mí, lo tenía más que claro. ¡Cuánta gente bebiendo alcohol y fumando cigarrillos! La verdad es que no sé cómo pude aguantar ahí dentro, y sobre todo oponerme cuando me pedían que bebiera para "sentirme dentro de la pandilla". Aunque creo que lo peor vino después de la fiesta, cuando era el momento de volver sola a casa.
Mi madre me había repetido muchas veces que no fuese sin compañía cuando me cogía la noche, pero no tuve otra opción, pues todos mis amigos estaban al borde del desmayo, bien con comas etílicos o bien con simples mareos cuyos les prohibían caminar adecuadamente.
Yo me sentía capacitada para llegar sola a mi casa, pero entonces comenzó todo. Silbidos, lúgubres pasos y hasta gritos que decían "¡Lorena, Lorena!". Por más que me giraba, no conseguía ver a nadie. Quizá fuese por la oscuridad de la noche, o simplemente eran alucinaciones mías. Lo único que pude gritar fue "No me sigas". Entonces, los pasos se hacían cada vez más ruidosos y su voz me era familiar. ¡Maldita sea, por qué tuve que ignorar las palabras de mi madre!
Esas fueron las últimas palabras escritas por Lorena en su diario. Noticias afirman que a la mañana siguiente fue asesinada en plena entrada del instituto por un supuesto amigo suyo un tanto impulsivo que sólo quería acompañarla a su casa la noche anterior.
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