Vuelve a seguirme. Comienzo a caminar más rápido, intentando huir de él.
Percibo su brazo rodeándome a cada paso que doy. Noto su mirada intensa clavada en mi humilde rostro.
De pronto, apresura sus extensos y ágiles pasos. Se abalanza sobre mí y logra apresarme entre sus garras.
Entristece mi interior al saber que por mucho que desee jamás podré vencerle.
Es tan poderoso que se adentra en mi mente, dejando insensible a mi oído, aislándolo de cualquier deleitoso sonido que pueda sosegar mis pensamientos.
Me siento aturdida. Me apena comprender que este lúgubre silencio me seguirá eternamente.
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