Era una esplendida mañana de verano. El cielo estaba muy azul, no había nubes y una suave brisa bajaba un poco la intensidad del calor.
Mi barriga rugía de hambre, así que decidí salir a comprar pan. En la calle no había nadie, solo las docenas de gatos callejeros que habitaban en ella. Caminaba por la calle tranquila cuando comencé a sentirme observada, y era extraño porque no había nadie.
Compre dos grandes barras de pan y empecé la vuelta a casa. La extraña sensación seguía, sentía alguien tras de mí. Camine mas y mas rápido, pero el camino parecía que nunca iba a terminar.
Al finalizar la cuesta pare, mire atrás y vi al causante de mi locura. Allí estaba él, con su larga melena dorada, observándome. Me contemplaba quieto, sentado sobre el asfalto. Era un gran león. Se acerco a mí, se dispuso a comerme, pero todo se volvió oscuro. Abrí los ojos y estaba en mi cama, todo había sido un sueño.
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