Un amargo atardecer.
Habían quedado en la playa al atardecer. Laura se lo había dicho de un millón de maneras diferentes: con cariño, con frialdad con reproches y sin ellos, con una sonrisa, con el corazón, con acaricias, sentada, de pie, con un tono suave, alegre, susurrándoselo al oído, gritándole…Pero Carlos no apareció. Le pidió disculpas, le rogó que lo perdonara, que le diera una segunda oportunidad, le juró que no lo volvería hacer; eso no fue suficiente para Laura. Cuando Carlos quería ver aquel atardecer en la playa y explicarle todo lo que sentía; fue demasiado tarde. Ella ya estaba sentada en el mismo lugar esperando a una persona; que no era él.
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