Todo comenzó en un pueblecillo donde vivían Javier y Luis. Entre tantos amigos ellos eran los más allegados y los más inseparables. Javier tenia 17 años y vivía en un 5 piso junto al parque y Luis que es de la misma edad y vive en el 4 de ese mismo piso, desde la infancia ya estaban unidos. Hoy en día lo siguen estando ya que están en la misma escuela e incluso la misma clase sus tardes también la compartían ya que practicaban futbol en el mismo equipo. Los fines de semana solían pasarlo en la esquina del parque junto a unos cuantos amigos más, allí charlaban, contaban chistes, e incluso comer pipas. Así trascurrían sus semanas en aquella apartada esquina donde no dejaban de ir ningún fin de semana aquellos grandes amigos.
Un día a los padres de Luís se les presento un problema en el que marcharse por unos meses. Al comentárselo a Luis el se negó decía que allí estaban sus amigos, sus estudios es decir parte de su vida.
Luis fue corriendo a contárselo a su mejor amigo y este no se lo podía creer, le dijo que no pasaba nada que como buen amigo siempre lo iba a tener presente.
Los padres le insistieron hasta convencerlo a pesar de toda imposición que puso Luis.
Llego el día de marcharse y Luis estaba muy apesadumbrado. Cuando ya tenía las maletas en el coche vio venir a un niño bajando las escaleras corriendo y con un rostro triste y desencajado.
Era Javier, había bajado a despedirse de su amigo y sus palabras fueron: Nos vemos al volver la esquina.
El chico con su rostro pálido vio como se marchaba su amigo peor con la esperanza de que su vuelta fuera en un tiempo no muy lejano.
Pasaron unos meses y era sábado Javier se encontraba en la esquina con un compañero de clase y al volver la esquina vio aparecer un coche que le resultaba familiar y se bajo de el su gran amigo Javier.
Y Luis antes de darle un gran abrazo le dijo:
- amigo mío se han cumplido tus palabras.
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