Esta es la historia que me ha contado mi abuela,
según dice, fue una época muy dura porque hoy en día
está todo al alcance; el agua llega a todas las casas y no
tienes que desplazarte para conseguirla. Ella recuerda
como se quedaba sentada en la sombra viendo salir de
las grietas de las piedras el agua de la lluvia, aquella
agua tan fresca y tan buena.
Lo más que le gustaba de su infancia era irse a
refrescar a las acequias en aquellos meses tan
calurosos de veranos, y que hoy en día los padres
pueden permitirse poner en su propia casa una
piscina para que sus hijos puedan divertirse a la misma
vez que se refrescan, pero antes, las acequias eran un
buen recurso para matar el calor.
Mis abuelos cada mañana tenían que madrugar,
mientras mi abuela iba con un balde de ropa sucia a
las acequias y se ponía de rodillas para lavarla en unos
lavaderos con jabón de lagarto y la dejaba secar encima
de las piedras, mi abuelo iba con los ganchos al Albercón
en la Montaña de Gáldar a buscar agua para regar las
flores y bañarse, aunque muchas veces se bañaron con un
trapo mojado para no desperdiciar el agua. A veces iban de
madrugada al pilar que estaba muy lejos para buscar agua
para beber y hacer la comida.
Conociendo todo esto, deberíamos intentar no malgastar
el agua, pues ahora lo tenemos a nuestro alcance, pero antes
era muy difícil conseguirla.
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