Cuando desperté aquella mañana en la orilla del mar descubrí unas huellas que parecían caminar hacia las olas. La noche había sido silenciosa y si hubiera habido gente allí, me habría dado cuenta. Me pregunté de qué se trataba y no encontré respuesta. Por un instante, el que duró aquel escalofrío, creí recordar algo que había soñado hacía escasos momentos. En mi sueño creí que me había convertido en sirena, que una noche mágica de agosto se me concedía el deseo de visitar la playa. En aquella playa había encontrado una mujer que caminaba en dirección al agua, sin duda que planeaba acabar con su vida. Pero la arrastré junto a la orilla y la hice mirar al mar: «Mira que bello».
Luego desperté de mi sueño y no supe el final.
Al ver aquellas huellas no entendía nada pero al fin comprendí que durante aquella hermosa noche en que visité la playa se me concedió, en mis sueños, convertirme en una sirena que me hizo recordar que vivir es bello.