Había pasado un mes desde que sucedió aquel trágico suceso y a aquella madre le seguían llegando cientos de mensajes de apoyo.
Pero aunque tuviese a cientos de personas a su lado, apoyándola en todo y brindándole su cariño, ella seguía sintiéndose vacía, echaba de menos incluso los momentos que nunca vivió junto a su pequeño ya que para ella seguía siendo un niño.
Odiaba la forma en la que el destino la alejó de él, odiaba no haber podido asistir a su entierro.
No comprendía como podía haber esa clase de gente en el mundo, personas que te arrebatan, te quitan e incluso que sin tocarte a ti te destrozan la vida quitándote el motor de tu existencia.
Se pasaba las tardes llorando frente a aquellas fotos, pensando; ¿ Por qué a mi ?
No comprendía ni tan solo un segundo de su vida, se encontraba perdida, sin rumbo.
Sentía que no tenía camino por el que seguir, pero allí estaba su pequeña, una niña maravillosa, pelo rizado, cara de ángel y una sonrisa preciosa.
Esa hermosa niña a la que todos querían, esa niña que con tan solo una sonrisa ponía suelo ante sus pies.
Y eso fue lo que la ayudó a seguir adelante, esa mirada de inocencia fue la que le ayudó a darse cuenta de que no todo había acabado tras el asesinato de su hijo.
Aquella mirada le ayudó a darse cuenta de que todavía le quedaban cosas por hacer, que todavía le quedaba tiempo y camino para ir de la mano de su pequeña.
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