Un día en el mercado.
Este día me di cuenta que tengo que ir a hacer la compra más a menudo, aprender a no regañarme cuando mi madre me mande.
En busca de 1 kg de manzana, vi que sólo quedaba de las empaquetadas. Me enfadé mucho, ¡¡no saben igual!!
Con mi gran enfado, no cogí fruta. Volví a casa con verduras, pasta, refrescos... Pero, sin manzana.
Mi madre me dio las gracias al ver que llegué sin rechistar. Pero, a mi sorpresa...
Se puso a revolver las bolsas. ¿Sabéis qué? Me hizo ir de nuevo al mercado, al ver que no había cogido fruta.
Durante la caminata, me di cuenta que sí seguía con ese ritmo de quejas, no llegaría nunca.
A punto de llegar, a toda velocidad, casi en la estantería, mis manos casi alcanzando esas manzanas nuevas...
¡PUM!
-¿Podrías tener más cuidado, ¿no? -dije.
Tenía sangre en el codo y el dinero se había distribuido por todo el suelo.
-Lo siento, lo siento mucho.
El chico quiso ayudarme a recoger el dinero del suelo. Era simpático, a pesar de haberme herido tirándome al suelo, su sonrisa calmaba el dolor de mi codo.
-¿Puedo recompensarte con algo? -preguntó-. Ya sé. -no me dejó contestar-. Toma, te regalo 2 kg de manzanas.
Créanme. Valió la pena venir dos veces al super para esto. Me he llevado 2 kg de manzana gratis y una cena con él esta noche.
Al final, acabará gustándome hacer la compra.
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