17 diciembre Florencia, ITA
- ¡Papá! ¡Papá! –Gritó Leonardo corriendo hacia el rostro pálido y sangriento de su padre.
Lo sacudió suavemente, y al ver que éste no reaccionaba, desistió y apoyó la cabeza en su pecho mientras lloraba, desconsolado. Con delicadeza, le cerró los ojos a su padre y fue a buscar a sus hermanos. Los encontró a los dos, a salvo.
Leonardo decidió llamar a su madre al móvil. Después de varios intentos fallidos, fue a buscarla junto con sus hermanos. Su madre tenía en una pequeña tienda dedicada a la reparación de ordenadores cerca del Duomo, que quedaba a unas calles de donde vivían ellos. Corriendo, Leonardo y sus hermanos contemplaron como el nuevo terremoto había devastado prácticamente todo el territorio: tapas de alcantarilla abiertas, grandes aberturas en el suelo, roturas en las paredes. Sin embargo, contemplaron que a medida que se acercaban al Duomo las roturas disminuían, por lo que Leonardo dedujo que el terremoto había sido pequeño a la par que eficaz.
Ya se veía al impresionante Duomo enfrente de ellos. No había ocurrido nada. Leonardo suspiró, aliviado. De repente, otro terremoto sacudió el suelo.
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