UNA ÉPOCA
Se acerca el invierno, pronto la ciudad se vestirá con su traje de gala, ese que tan solo utiliza una vez al año, ese que teje con guirnaldas de colores y luces de diversas formas, ese que adorna con abetos, bolas de navidad, regalos y turrones, y que complementa con un hermoso manto blanco que cae desde el cielo y que recuerda a las burbujas de la cerveza fría que tomamos cualquier noche en el bar de la esquina. La ciudad del S. XXI no solo tiene ropas, tiene sintonías, melodías y sonidos, como los que suenan desde nuestro bolso cuando una voz nos llama para recordarnos que debemos comprar naranjas de camino a casa o cuando recibimos un mensaje que nos invita a visitar a un querido amigo. esos sonidos son las voces de los niños que cuentan a mamá y a papá lo bien que se han portado y la cantidad de regalos que recibirán, la voz de los que juegan en la calle con aquel manto blanco que cayó desde el cielo hace un momento y que recordaba a las burbujas de la cerveza fría que tomamos cualquier noche en el bar de la esquina.
Una auténtica pena que detrás de tan alto traje se esconda la hipocresía, la falsedad y la desconsideración del ser humano, que tan solo piensa en sus intereses y que se acuerda de los demás cuando la ciudad se viste con su traje de gala, si es que se acuerda.
Se acerca el invierno, pronto la ciudad se vestirá con su traje de gala, ese que tan solo utiliza una vez al año, ese que teje con guirnaldas de colores y luces de diversas formas, ese que adorna con abetos, bolas de navidad, regalos y turrones, y que complementa con un hermoso manto blanco que cae desde el cielo y que recuerda a las burbujas de la cerveza fría que tomamos cualquier noche en el bar de la esquina. La ciudad del S. XXI no solo tiene ropas, tiene sintonías, melodías y sonidos, como los que suenan desde nuestro bolso cuando una voz nos llama para recordarnos que debemos comprar naranjas de camino a casa o cuando recibimos un mensaje que nos invita a visitar a un querido amigo. esos sonidos son las voces de los niños que cuentan a mamá y a papá lo bien que se han portado y la cantidad de regalos que recibirán, la voz de los que juegan en la calle con aquel manto blanco que cayó desde el cielo hace un momento y que recordaba a las burbujas de la cerveza fría que tomamos cualquier noche en el bar de la esquina.
Una auténtica pena que detrás de tan alto traje se esconda la hipocresía, la falsedad y la desconsideración del ser humano, que tan solo piensa en sus intereses y que se acuerda de los demás cuando la ciudad se viste con su traje de gala, si es que se acuerda.
me ha encantado tu relato; me quito el sombrero ^^
ResponderEliminarMuchas gracias Isis.
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