EN LA MADRUGADA
En la madrugada del 4 de octubre, cuando la luna se alzaba en el cielo y rebosaba hermosura, lápiz en mano y cabeza volando, comencé a escribir. La noche era clara y no hacía falta luz, puesto que la luna era llena, esto le daba al ambiente un toque de inspiración. Las palabras fluían como agua por un riachuelo y al tocar fondo en la cascada se plasmaban en el papel en blanco. A partir de ahí debemos dejarnos llevar como si de una melodía se tratase. Hay que dejar volar a la mente y la imaginación a otros mundos paralelos de los cuales poder sacar ideas y conclusiones, con esto y con un poco de tiempo en la madrugada es como puedo escribir mis relatos.
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