Encargaron una consultoría para mejorar el rendimiento de la Muerte, porque sus métodos eran anticuados, y llevaban tiempo sin renovarse. Le pidieron que cambiara el vestuario y se pusiera una corbata, que sustituyera la antigua guadaña por un maletín discreto repleto de armas, venenos e ideas dañinas. Instauraron protocolos y procedimientos burocráticos, y la Muerte se iba deprimiendo, sentada en un rincón sin poder matar a nadie porque faltaba un papel, o un permiso, o por no haberlo planificado con tiempo. Pero, no se sabe cómo, a los consultores que llevaban el tema les cayó encima un piano y nadie quiso sustituirles.
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