Querida Ariel:
Soy tu amigo mudito. Sé que para leer mis cartas tienes que salir del mar, poniendo tu vida en peligro, pero tengo que decirte algo importantísimo: ¡Puedo hablar! Ahora ya puedo cantar con mis hermanos la canción de "Aihó, aihó, a casa a descansar" y puedo contestar al teléfono cuando nos llama Blancanieves. Ahora puedo decirle que ese príncipe fue muy valiente y que estoy muy contento de que vivan felices y coman perdices.
Espero que tú estés igual de bien que Blancanieves, y que los pescadores no echen sus redes cerca de tu palacio marino. Te mando muchísimo ánimo desde aquí, y ya sabes que si quieres venir a visitarme, tengo una pecera enorme, preparada para ti.
P.D.: Ten cuidado cuando me respondas, que la última carta tuya me llegó empapada y casi no la pude leer.
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