En 1625 hubo una victoria de los españoles hacia los holandeses.
Todo comenzó 12 meses antes, cuando el ejército español se estaba preparando para ir a la batalla de Brenda.
Fueron 300 soldados.
El tiempo transcurría tan despacio que creyeron desesperar. Las primeras ofensivas fueron brutales para ambos bandos y en uno de ellos, un soldado fue gravemente herido. Pasó cuatro meses en la enfermería pero salió completamente recuperado. En su estancia en la enfermería había visto angustia, tristeza y muerte pero, a pesar de la gravedad de la herida, salió vivo.
Él sabía perfectamente que le volverían a enviar al frente, así que mandó una carta a su familia, explicándoles lo que le había pasado varios meses atrás, y otra a su prometida diciendo que su promesa seguía en pie.
Diez meses después, en una batalla extremadamente sangrienta los holandeses se rindieron y entregaron la llave de la ciudad como signo de rendición y de sometimiento al bando contrario. Y a los dos meses, Alfredo y algunos de los compañeros que habían sobrevivido, se encontraron de nuevo con sus familias y, por fin, Alfredo pudo cumplir la promesa, a pesar de los obstáculos que la guerra le había puesto por delante.
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