Antiguamente, hace unos cincuenta años, cuando mi abuela era joven, vivía en Verdejo. En verano, mi abuela tenía que levantarse bien temprano para ir al charco del Junquillo, a dos kilómetros a llenar una talla de agua. Tardaban mucho, a veces se pasaban todo el día allí para llenarla, pues había que hacer cola.
En invierno llovía, el agua corría por los barrancos. De ahí cogían el agua, de una fuente. Allí las mujeres lavaban y cogían el agua para hacer de comer y los demás gastos de la casa…
MI abuela y otras mujeres, hacían unas rodilleras de unos trambojos y se los ponían en la cabeza. Encima de esos trambojos se ponían una barrica de agua en la cual mi abuela llego a llevar cincuenta litros y dos cacharros de aceite de cinco litros en cada mano.
Se bañaban con un balde de agua, lo poco que tenían y se secaban con cualquier trapo.
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