Eran padres, hijos, esposos o hermanos..
También fueron hermanas, nietas, tías, amigas de la infancia y
primas.
71 familias destrozadas y una comunidad que ha perdido un
patrimonio de ilusión y esperanza.
Empatizo y pienso en la UD Las Palmas. En lo que me contaba mi
abuelo, mis tíos, quienes ya no están. Lo que nació de una unión, como el
Chapecoense. Lo que gracias a la unión no desapareció..
Malas gestiones y lo que cuesta sacar adelante a un equipo.
Eran padres, hijos, esposos, novios, hermanos..
Llevaban la ilusión a un pueblo. No es fácil vivir hoy en día en
el entusiasmo.
Los equipos pequeños, los que suelen perder, alimentan mucho más a
sus fieles, porque estos no esperan nada a cambio y porque suelen ser los de
siempre. Los que transmiten el amor, el respeto y el sentimiento a un escudo de
padres a hijos. Claro que, en este caso, el Chapecoense sólo contaba con 43
años de vida.
En los últimos dos llenó de gloria su campo. Un ascenso a la
máxima competición y un hueco entre los importantes en competiciones
internacionales. Sin grandes nombres pero con mucho corazón eliminó al San
Lorenzo, al Independiente... equipos de renombre en el fútbol sudamericano.
Mañana jugaba una final. Una final que ya había ganado por el mero hecho de
estar simplemente ahí, entre los grandes.
Fueron hijos, amigos, confidentes, amantes..
Y llevaban el peso de la responsabilidad de compartir con sus
7.000 aficionados de siempre que cada semana ocupaban sus gradas, más los miles
que llegaron después para vivir las eliminatorias de la copa Sudamericana y, en
definitiva, contagiar a los 200.000 habitantes de Chapecó la esperanza y las
ganas con las que vivían esta hazaña. Eso era lo que hacían, ofrecer sueños,
vender ilusiones, compartir sonrisas, repartir sentimiento.. Es lo que yo
siento desde bien pequeña con la UD Las Palmas. Por eso ahora tengo tan
presente a cada aficionado que ocupa las gradas de ese pequeño estadio. Llevan
todo el día en vela, llorando a los suyos, rezando por sus almas. Como
penitentes y sin rumbo pero con sus camisetas y su pena de quien ha perdido
mucho, llevan postrados en los alrededores de ese campo desde esta mañana.
Ofrecieron una misa en su pequeña catedral, transportaron un lazo
negro y gigante y a esta hora gritan como pueden sus nombres, su himno, roto.
Hijos, hijas, vecinos, futuros padres, hermanos, hermanas..
Hoy el sur de Brasil se ha teñido de un luto inmenso. Yo me
acuerdo de todas las desgracias que suceden cada día. 71 familias en ese
accidente y demasiadas en cada continente por guerras y desgracias.
Empatizo y revivo mi incidente aéreo. No olvido cuando estalló
aquel motor en pleno vuelo. Han pasado años. Lo que sentí, el terror que
vivimos los pasajeros.. yo guardo eso. Por eso también me acuerdo de ellos.
Eran padres, madres, hermanos, hijos, nietos, sobrinos, tíos.. y
han llenado un campo entero. Nuestros corazones. Este pensamiento, una oración
y mi sentimiento van con ellos.
Descansen
en paz.Julia Lamas. LPGC