Una familia diferente
En una casa terrera situada en el Madroñal, rodeada de naturaleza y verdes prados por doquier, vivía una familia muy singular que se dedicaba, como la gente de antaño, a hacer con acero inoxidable, de forma manual, cacerolas para vender en el mercadillo de San Mateo.
Dentro de esa familia tan particular, se encontraba la única hija del matrimonio, Ana, de dieciocho años de edad: morena, alta y esbelta, a la que, en sus ratos libres, le gustaba conducir su moto; aunque de momento se tenía que conformar con una "scooter", su sueño era tener una Honda CBR 1000, cosa que su madre le prometió si sacaba la carrera de Medicina año por año. Como cuarto miembro del elenco familiar, estaba el perrito: un Yorkshire terrier con cara de pocos amigos llamado Tango, al que la matriarca trataba como un hijo más. Tango tenía una habitación acondicionada para su comodidad.
La madre de Ana, Rocío, de cuarenta y seis años de edad, era la antítesis de su hija: rubia con pelo corto y "look" muy juvenil. Su lugar preferido de la casa era el salón: un sitio acogedor y muy bien decorado con colores pasteles que transmiten tranquilidad, paz... donde pasaba las horas escribiendo sus pensamientos más íntimos e historias inventadas en las que contada sus deseos nunca expresados como modo de liberarse.
Hace tiempo que no se nada de Rocío y su familia, ¡cosas de la vida!.
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